Trente et un

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Minho estaba parado en medio de la sala de ensayo, la música sonando y sus compañeros viendo atentos y alegres a la espera de sus movimientos.

En la esquina derecha, cerca de la puerta, se encontraban sentados Felix y Chan, alentando al menor.

Minho tenía mucha vergüenza.

Porque su Hyung estaba por ver lo que había aprendido.

La parte de la canción que debía bailar era sumamente difícil.

Pero tenía que salir bien.

—Vamos, Minho. 5, 6, 7, 8...

El menor cambió de actitud completamente.

Sus pasos eran marcados y seguros, y aunque se equivocó en un paso, supo como hacer que pasara desapercibido.

Chan miraba fijamente, nunca había visto a Minho tan serio y con aquella aura tan madura para un menor de edad.

Además, aunque carecía de técnica profesional aún, bailaba de maravilla.

Cuando terminó, volvió a ser el chico tímido de siempre y sonrió ante los aplausos espontáneos.

Se despidieron de Felix y Hyunjin después de terminada la clase.

Camino a casa, se fueron lentamente por la acera... Tomados de la mano.

—No sabía que bailabas tan bien, felicitaciones.

—No lo hago tan bien aún, me temblaban las piernas.

—¡Mentira! Eres increíble. Juro que te salió muy bien.

—¿Lo juras? ¡¿De verdad, de verdad?!

—Por supuesto, Honnie.

Chan detuvo a Minho sólo para acercarse y juntar sus labios rápidamente.

—No sabes lo orgulloso que estoy de ti. Eres el pingüino más valiente de nuestra pequeña "colonia".

Minho imitó el andar de los pingüinos y ambos caminaron soltando carcajadas. Chan notó que Minho seguía siendo un niño pequeño cuando jugó a no pisar las líneas del camino.

De todas formas, le siguió el juego.

Porque estaba jodidamente enamorado de su manera de ser.

Pasitos de Pingüino - Minchan. ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora