Capítulo 3: Firma el trato

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Jamás se había preguntado el por qué de tantos eventos catastróficos le ocurrieron a lo largo de su vida hasta hoy.

Hoy se encuentra metida en un lugar en donde está prácticamente segura del cual no podrá salir.

Creía que su único infortunio hubiera sido la muerte de sus padres y de su querida hermana, también tener que lidiar con su tía, que aunque la tratase de mala manera casi todos los días, seguía siendo parte de su familia.

Aún se preguntaba si ella estaría bien, después de todo, es su único familiar con vida y le tenía cierto aprecio, se preguntaba si tal ves estaría preocupada por su repentina desaparición. Lo raro de todo es que hasta la extrañaba.

En este tiempo que llevaba allí encerrada, había tenido desacuerdos con él, más aún no comprendía por qué una familia tan linda y de buenos valores se relacionaban con alguien como él.

En este momento se sentía tan sola, rara e indefensa. La familia Kamado había salido de viaje, absolutamente todos, ni un solo miembro quedó en la mansión. Cosa que le ponía los nervios de punta.

Esa tarde habían partido todos, por algunos asuntos familiares.

Se encontraba prácticamente sola con él en aquella mansión, y bueno, aquello le aterraba.

¿Y si él trata de hacerle algo? ¿Y si no había hecho nada hasta ahora porque los Kamado se encontraban presentes? ¿Y si todo se vuelve un infierno para ella?

Estaba sobrepensando demasiado, si seguía así, pronto le dolería la cabeza.

Al despedirse de cada miembro de la familia Kamado y verlos partir, rápidamente corrió a su habitación, cerrando con llave la puerta de entrada para que esta solo pudiera ser abierta desde el interior.

Su habitación no contaba con un reloj digital, sino con un reloj antiguo, que era del tamaño de una persona justo en la parte posterior a los pies de la cama a unos metros de ella. Eran más de las doce de la medianoche.

No quería salir para nada de la habitación, sin embargo su estómago se lo pedía a gritos, tenía bastante hambre y sabía que en la nevera habría algo de comida.

Luego de unos minutos de sufrimiento interno decidió bajar al primer piso, los pasillos parecían oscuros, sin embargo tenían una pequeña y leve iluminación en las paredes que venían de unas pequeñas lámparas que estaban colocadas a lo largo de los pasillos.

Sus sutiles pasos eran casi inaudibles, y mucho ayudaba en eso la alfombra que venía a lo largo del pasillo, que acunaba sus pequeños pies al dar cada paso.

Al bajar las grandes escaleras, con lentitud y contando los escalones uno por uno, caminó un poco más hasta llegar a su objetivo, la cocina, suspiró hondo y con alivio de no haber sido descubierta merodeando la cocina a altas horas de la noche.

Sentia más hambre de lo común, tal vez por lo ansiosa que se encontraba al estar a solas con él en un lugar tan grande.

Abrió la puerta del refrigerador y observó dentro, había budín dentro, tenía demasiada hambre pero este budín le llamó demasiado la atención.

Se veía muy bien preparado, tomó un pequeño platillo y una cucharilla, cortó una porción del budín y lo comió en completa soledad, el silencio de la noche le hacía compañía.

La fuente del silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora