Capítulo 6: En espera de la verdad

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*— ¿Qué acabas de decir?, ¿en verdad te dijo eso? —* Aún sin creer de todo lo que había oído, Sabito manifestó su duda haciendo aquella pregunta.

— Sí — Brevemente y sin vueltas el azabache respondió.

*— ....Bueno, supongo que esta vez será distinto contigo... aunque no te confíes. Suele ser bastante astuto —* Articuló remarcando lo astuto que podría llegar a ser su abuelo.

— Lo sé, tendré extremo cuidado.

*— Bueno, en dado caso nos vemos en unos días —* Anunció de manera amigable al momento de cortar la llamada.

Al oír el típico sonido de la llamada al ser finalizada el azabache de mirada azulada dejó el teléfono de lado y observó su entorno.

Era completamente cierto lo que Sabito le había dicho. Urokodaki no es un idiota que puede ser burlado fácilmente.

Al observar con detenimiento su lugar de trabajo, notó que el entorno no estaba igual que antes, con un atisbo de oscuridad. Solía tener las cortinas de las ventanas cerradas, sin embargo, cada mañana veía a cierta dama en el jardín.

Justamente los grandes ventanales de su oficina daban al jardín, en donde la jovencita yacía todas las mañanas apreciando la belleza de este mismo, esa era la razón por la cual las cortinas ya no cubrían el cristal todos los días, pues ya existía una razón para que estas fueran abiertas cada mañana.

Al haberse puesto de pie y caminar en dirección de uno de los grandes ventanales con la intención de poder verla sonrió involuntariamente. Y justamente allí se encontraba aquella belleza que solía apreciar cada mañana.

Una sonrisa ladina se formó en sus labios y entonces tomó una decisión, saldría al exterior fuera de su oficina e iría a verla. Y así lo hizo.

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— Estas rosas son realmente preciosas — Pensó al observar algunas que yacían en el jardín al cual cada mañana visitaba.

Pues eran su única distracción desde la partida de los Kamado.

Según la ciencia, cuando las plantas suelen recibir palabras de cariño y aprecio suelen crecer con más rapidez. Por esa razón iba al jardín cada mañana para ayudar con su crecimiento.

— Crecerán muy fuertes y serán las rosas más hermosas en este lugar. Vendré a visitarlas cada mañana — Indicó susurrante mientras apreciaba la belleza de las rosas.

Había salido muy de mañana a visitar el extenso jardín como era de costumbre para ella. Pues algún otro medio de distracción no tenía y la mansión era aburrida.

Observó hacia el gran ventanal que daba justamente al lugar en donde ella se encontraba.

Sabía que allí era la oficina de aquel azabache, recordó aquel entonces en el cual hicieron el trato.

Dudó por un instante aunque prontamente suspiró resignada. Desde ese día habían tenido algunas charlas y se podría decir que hasta le pareció sentirse realmente cercana a él en algún momento.

Nuevamente volvió la vista hacia las rosas, sin embargo, a lo lejos notó una silueta conocida la cual captó toda su atención en el instante.

Al verlo acercarse hacia su persona solo se dedicó a esperar su llegada.

Nuevamente sus miradas se cruzaron y una pequeña corriente recorrió todo su cuerpo.

— Debemos hablar — Le dijo serio al llegar y al instante la joven solo se puso de pie.

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