Capítulo 7: El ocaso

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Con la mirada perdida posada en el techo de la habitación se encontraba la azabache con mechones violetas.

Toda la compleja situación la confundía aún más, todo le parecía confuso. Para su pequeña mente, tratar de comprender algo tan extraño y malévolo era muy difícil.

Por alguna razón lo dicho por el azabache aquel día había despertado su enojo inminente.

¿Un obsequio? ¿Eso valía su triste vida para los millonarios? ¿Nada? ¡¿Qué clase de persona cruel haría eso con alguien?!

La maldad de las personas no tenía límite alguno, hasta parecía que en cuanto más dinero obtuvieran, la vida humana menos valía para ellos.

Estaban hablando de trata y tráfico de muchachas, ¿cómo es que él hablaba de ello con tanta frialdad y desdén?

¿Todas las personas con demasiado poder hacían lo mismo o acaso eran la única familia que lo practicaba?

Dudas y más dudas crecían en su interior, eran tantas dudas sin responder que su cabeza comenzaba a doler.

Se sentía indignada. Sin embargo, ella pidió la verdad y eso fue lo que obtuvo, ahora solo debía cumplir con la parte del trato.

Un breve recuerdo se posó en su mente, fue una cosa breve que él le dijo, fue algo que le heló la sangre.

Ahora lo sabes, yo tengo el derecho de hacer lo que quiera contigo y con tu cuerpo porque me perteneces. No obstante, cumpliré con mi parte del trato, así que no me temas, no te haré daño y no permitiré que nadie más que yo te toque.

Eso definitivamente parecía algún tipo de amenaza, había estremecido su pequeño cuerpo.

¡¿Cómo diablos se atrevía a decirle en la cara que era suya?! ¡Ese hombre estaba mal de la cabeza!

Era extraño porque aún así a pesar de lo que le había dicho no le temía en lo absoluto, aún así, no podía odiarlo y por alguna razón sintió alivio al oír que nadie más podría tocarla.

Pero vaya... Al parecer quien en verdad estaba mal de la cabeza era ella. Definitivamente necesitaba una cita con algún psicólogo, quizá ir al psiquiatra o mejor dicho, necesitaba ser internada en algún hospital psiquiátrico.

Quizá estaba al borde de la demencia porque no había interactuado con alguien más que la familia kamado y con su aparente "dueño".

Giyū Tomioka...

Quizá se sentía agradecida porque a pesar de que el destino decidió que no sería dueña de su propia vida a la edad de diecinueve años, al menos se apiadó de su pobre alma y aquel "dueño de su vida" no era un completo desgraciado lujurioso y abusivo.

Al parecer no era tan mala persona, después de todo le había dado un techo y comida gratis solo con la única condición de no poder salir a algún lugar sin él.

Después de todo tenían un contrato en pie el cual debía cumplir.

¿Podría confiar tanto en él como para darle un hijo?

Sí, no había olvidado aquello, sabía perfectamente que debía quedar embarazada en menos de dos años.

¿Por qué le había pedido algo tan importante? ¿A caso pretendía amarrarla a él por el bebé? ¿Sería tan mala persona?

¿Debería cumplir con eso? Había aceptado el trato por su libertad. Sin embargo, un hijo es un hijo.

Si queda embarazada de seguro él no dejaría que se fuera estando en aquel estado.

La fuente del silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora