capítulo 4: Un rayo de luz

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Su triste y desolada mirada paseaba por sus curvas observando su reflejo esbelto en el espejo.

El vestido que llevaba puesto era hermoso, de color rosa suave y sin tirantes, sin embargo la hermosura del vestido no le importaba en lo más mínimo ahora.

— ¿De qué me sirve tanta comodidad si no puedo disfrutarla? — Pensó en lo más profundo de su ser.

Sentía un leve dolor en la cabeza, pero en este momento no era molesto ni doloroso así que prácticamente podía pasar desapercibido.

Nunca había asistido a una fiesta de gente millonaria, de seguro eran aburridas. No pretendía asistir, sin embargo esa decisión la había tomado él.

Sus suaves y delgados dedos tomaron los brillantes aretes que se encontraban en su mesita de noche y los colocó en sus orejas; eran llamativos y los pequeños diamantes incrustados en su interior eran de color Violeta que hacía un perfecto énfasis en sus ojos violáceos.

Tomó un poco de aire antes de bajar y enfrentarse a él y luego caminó en dirección de su armario para tomar una chaqueta blanca de seda porque hacía un poco de frío.

Al tomar la perilla de la puerta de la habitación su semblante cambió en un instante a una falsa alegría y bajó al encuentro con el azabache.

El hombre en el primer piso ya listo para partir esperaba pacientemente a la muchacha que hoy sería su acompañante en la fiesta.

Llevaba ahí poco más de cinco minutos y a cada momento observaba el reloj en su muñeca; en un momento a otro la vio bajar las escaleras y su mirada se perdió en la belleza de esa joven.

Su suave maquillaje, combinación perfecta de atuendo que daban el contraste perfecto a sus hermosos y grandes ojos; toda ella era una belleza, sin embargo ese semblante fingido le quitaban la originalidad a todo. No tenía sentido.

Esperó a que la muchacha llegara a su lado para invitarla a sentarse en un asiento y cenar antes de partir a la fiesta. La razón más simple a ello era que ambos pudieran compartir una cena a solas.

El joven azabache de cabellos alborotados y mirada azulada permanecía en silencio en el comedor, acostumbraba a comer solo y sin compañía, sin embargo la compañía que tenía hoy actuaba como si fuese invisible.

Pues la muchacha comía en silencio y no hacía demasiado ruido.

Esta situación lo estaba poniendo entre la espada y la pared, sabía que haberle pedido quedar embarazada había sido un impulso del momento y era una locura. Era demasiado.

Sabía que ella había aceptado porque se encontraba sentenciada al haber llegado ahí, no tenía elección.

Quería mantener cercanía con su persona pero cada vez que abría la boca los distanciaba aún más.

¿Cómo podría acercarse a ella si ella solo quería alejarse de él? Prácticamente estaba ahí en contra de su voluntad y permanecía allí porque no tenía otra opción.

La mirada de la joven demostraba tristeza profunda, estaban rojos, era obvio que había estado llorando sin consuelo antes de bajar al comedor y acompañarlo en su comida.

Pensaba mientras se mantenía observándola fijamente; comía en completo silencio. Quedó atónito en cuanto vio lágrimas descender por sus mejillas.

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