XI. I

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La fiesta de caraneo

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La fiesta de caraneo

Oh, la fiesta de caraneo, una de las mejores fiestas del pueblo...

Música, bailes, elegantes vestidos, bebidas y unas máscaras que ocultan tu rostro...

Todo el pueblo irá a la fiesta, y seguramente mucha gente de otros lugares.

¿Estará el asesino? Esa es la pregunta que me hice una y otra vez cuando encontré la pista en la caja dentro de la laguna.

¿Matará a alguien? ¿Seré yo? ¿Será alguien más? ¿O será la chica de la foto que encontré en la habitación de Xonan?

Xonan...

Solo espero que no seas tú...

Quizá, la "X" de las cartas era su X de Xonan...

Sería muy... evidente. Fácil. Y no creo que el asesino sea así de... principiante. Claro que lo pensé en cuanto lo vi, pero me negué a decirlo en voz alta; además, la X se utiliza en muchas referencias en cuanto a personas.

—¡Claire, alístate, solo falta una hora para ir a la celebración! —anuncia mi madre desde su habitación, seguramente arreglándose junto a mi padre. Asiento con la cabeza, aunque no me vea.

Observo mi reflejo y noto que tengo ojeras muy visibles. Unos pequeños lunares a los costados de mi rostro y algunos en mis hombros. Marie tenía un lunar peculiar en la mejilla izquierda. Mi cabello cae como una cascada lisa. Mis ojos no tienen ningún destello en particular. Sin vida.

Peino mi cabello con delicadeza; facilita lo mojado que está por recién salir de la ducha. Cuando por fin termino, observo mi cabello que me llega más o menos a la altura de mi cintura. La expresión de confusión está tan clara en el espejo... De la duda. Agarro la tijera con dedos temblorosos y visualizo mi nueva imagen en el espejo. Mi mano se mueve por sí sola y empieza a cortar mi cabello. Cae uno por uno al suelo. Lo sigo cortando y resulta que queda a la altura de mis hombros.

Me gusta esta nueva imagen.

Alcanzo el ondulador de cabello y empiezo a hacer ondas.

Delineo mis ojos con el color negro.

Pinto mis labios de un color rojo vivo e igual mis uñas.

Me pongo un poco de perfume de cereza sobre mi cuello y en mis muñecas.

Me coloco mi vestido de corte princesa que llega hasta el suelo, con varias capas de color negro y en la primera capa del vestido es una tela transparente con diseños de flores. Un escote con los hombros caídos y deja la espalda descubierta en forma de V.

Y, como toque final, me coloco mi antifaz de color negro con encajes definidos y discretos. Me amarro por detrás y mi cabello lo dejo suelto con el nuevo corte.

Nuevamente, observo mi reflejo en el espejo, una nueva imagen, quizá, una nueva yo, pero sigo teniendo grietas, cicatrices que jamás van a desaparecer, aunque me empeñe en ocultarlas.

¿Tú lo hiciste? [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora