Capitulo 26

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Zeta suspiró mientras se apoyaba en el mostrador. Su compañero estaba llegando tarde, pero por suerte aún no era la hora de los borrachos y drogadictos. Aún recordaba lo que había vivido hace unos días. Ver a Mochizuki, completamente avejentado, la había impactado bastante. No pudo evitar pensar en qué habría sido de sus antiguos compañeros y amigos los Haitanis. ¿Estarán vivos?

De repente, escuchó la campana que anunciaba la entrada de alguien. Levantó la vista esperanzada, pensando que era su compañero, pero se encontró con la mirada del tipo con el cigarro que acompañaba al drogadicto de pelo raro.

El hombre rió al ver cómo la chica cambiaba su expresión esperanzada por una de terror.

"Él no vino esta vez", dijo con sorna.

Zeta suspiró aliviada y el hombre siguió hacia el fondo del mercado, aparentemente buscando algo específico. La chica volvió su atención a su celular con calma. La campanilla sonó nuevamente, mostrando la llegada de su compañero de trabajo. Ella le sonrió y le entregó una bolsa de cartón.

"Gracias por dejarme el buzo el otro día", le dijo. El hombre se avergonzó un poco, aceptó la bolsa y comenzaron una conversación que no pasó desapercibida para Akashi, quien se había escondido detrás de una góndola cercana para escuchar. El hombre era un chismoso y, aunque lo único que sabía de Zeta era que trabajaba en el convini por las noches, podría recordar los tatuajes que asomaban por la camisa del hombre que había llegado y que estaba hablando con ella tranquilamente.

Cuando vio que el hombre se dirigía hacia el fondo del local, Akashi se acercó al mostrador con cinta adhesiva gris, un bote de alcohol etílico y un paquete de condones.

"Dame también un paquete de cigarros y un boleto de lotería", pidió. Zeta asintió y le entregó el ticket, mientras su compañero salía de la sala de empleados vestido para trabajar. Al ver al hombre con canas, se asustó e intentó esconderse antes de que él lo viera.

"Niccolo, fíjate si hay faltantes en la estantería tres y cuatro" Niccolo maldijo a Zeta en su interior.

"Claro", respondió Niccolo mientras cruzaba miradas con aquel hombre, lo cual le puso los pelos de punta. Niccolo se apresuró a ir hacia el fondo, tratando de evitar que el hombre le viera el rostro. Akashi sonrió levemente, llamando la atención de Zeta. ¿Será gay?, pensó ella.

El mayor agradeció a Zeta y salió del lugar, sacando un cigarro de la caja. La jornada de hoy había sido bastante tranquila, pero justo en el último momento llegó su último cliente de la noche. Comenzó a escuchar gritos afuera y, seguidamente, la puerta del convini se abrió de par en par.

"¡Oye! Mi hermano compró estos hace unas horas, pero no me sirven. Cámbialos", exigió el hombre llamado Sanzu, mostrando un paquete de condones en la mano. Al faltarle un par de cajas, era imposible hacer el cambio.

"Lo siento, señor, no puedo cambiárselos", respondió Zeta con temblor en su voz. Aunque estaba aterrorizada por el loco drogadicto frente a ella, levantó la vista con el ceño fruncido.

"No solo el producto ha sido usado, sino que tampoco trajo el ticket de compra, así que no puedo hacer nada por usted", dijo la chica, temblando en cada palabra. El enojo en ella era mucho más grande que el miedo, lo cual la llevó a decir cosas de las que se arrepentiría más tarde.

El joven pelirrosa la miró con una expresión indescifrable. Zeta no sabía si iba a ser asesinada o perdonada, pero de cualquier manera no evitó su mirada. A pesar de que temblaba como una hoja, sostuvo la mirada hasta que él se dio vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta.

"Cuando la Kanto Manji compre este local, juro que lo primero que haré es despedirte, maldita perra", susurró Sanzu en voz alta. Zeta sabía que el dueño estaba intentando vender el convini porque le generaba muchas pérdidas, pero... ¿quién era la Kanto Manji? ¿Ese loco sería su nuevo jefe? Si era así, prefería ser despedida. Mientras la joven pensaba en eso, la cara de su compañero se puso pálida al escuchar lo que el número dos del bajo mundo había dicho.

Cinco minutos después, llegó el cambio de turno y Zeta fue a cambiarse. Saludó a su compañero y a la chica que tomaba su lugar por la mañana, luego salió del local con la esperanza de llegar a casa y tirarse a dormir.

Cuando ya estaba cerca de su casa, sus ojos comenzaron a cerrarse y chocó con alguien. Comenzaba a pensar que esto de trabajar de noche era una mierda.

"¿Zeta?", preguntó la persona a la que había chocado. Zeta levantó la mirada, harta de que ahora todo el mundo la conociera, y se encontró con unos ojos color lila que reconocía bastante bien. Aunque su cabello había cambiado mucho, podía seguir viendo a su compañero de banco ahí.

"Rindou?", respondió ella, un tanto sorprendida. Rindou asintió con una pequeña sonrisa que se formó al escuchar su nombre salir de los labios de Zeta. "Estoy sorprendida, no has cambiado nada", añadió ella. El chico rió.

"Mochi me contó que te encontraste con él. Tú tampoco has cambiado nada", ambos llevaban una sonrisa tonta en el rostro. "De todos modos, ¿qué haces caminando sola por aquí?", preguntó Rindou, mirando a su alrededor preocupado.

"Oh, vivo cerca de aquí", respondió Zeta.

"Pero no deberías caminar a estas horas por esta zona, es muy peligroso", comentó Rindou, preocupado por su amiga a pesar de que hubieran pasado cinco años.

"Pero... a esta hora salgo del trabajo", explicó ella.

El chico suspiró derrotado. "Sigues siendo igual de despreocupada que antes... Vamos, te acompañaré hasta tu casa", propuso Rindou. Zeta asintió y comenzaron a caminar juntos. Era tan extraño; parecía que todos esos años nunca hubieran pasado y que seguían en la secundaria. Incluso podían imaginar que, al final del camino, los estaría esperando la consola para jugar al Mortal Kombat, como en los viejos tiempos. Hablaron durante todo el camino, evitando que Rindou mencionara a su hermano y su posición influyente en el bajo mundo. Al llegar a la puerta de Zeta, él se dio cuenta de que seguía viviendo en el mismo lugar. Le pareció gracioso; realmente no había cambiado nada. En ese momento, el celular de Zeta vibró y ella respondió rápidamente a un mensaje. Durante ese instante, Rindou mostró una expresión de tristeza. ¿Cuánto más habría perdido de Zeta durante esos años en los que estuvo alejado de ella? Cuando Zeta levantó la mirada para encontrarse con la suya, Rindou le dio un beso en la frente. "Me alegra que no hayas cambiado ni un poco", dijo. En ese momento, Zeta se dio cuenta de que Rindou estaba drogado, ya que sus ojos estaban brillantes y rojos.

"A mí también me alegra que estés vivo", respondió Zeta con una sonrisa inocente.

"Bien, debo irme... Seguro mis compañeros deben estar buscándome", anunció Rindou. Zeta asintió, esperando que el chico se diera vuelta y se marchara, pero él parecía no querer hacerlo. Finalmente, su celular comenzó a sonar y Rindou, mientras atendía e insultaba a la persona del otro lado de la línea, se alejó dejando a Zeta mirando cómo se iba. ¿Cuántos años pasarían hasta que volviera a verlo?

Hola que tal, soy yo, el gato de las poesias, tu fiel admirador y aunque no me conocías...

la próxima actualizacion: en cuatro años bebé 🐱

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2023 ⏰

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