Evans

1.1K 98 0
                                    

Me encontraba tirada en el suelo con un enorme perro de raza loba que lamía mi cara como si esta fuera una piruleta. ¿Pero de donde salió este perro?

-¡Oh no he perdido al perro! ahora que dios se apiade si Steffany se llega a enterar de esto me castra, por favor Dios si haces que aparezca el perro iré todos los domingos a la igle... oh ahí estas uff... casi prometo levantarme temprano, menos mal que te vi antes de acabar la frase- dijo con un estremecimiento un joven de cabellos dorados y con unos ojos azules, este hecho a correr, abrazó al perro y después se fijó en mi.
-¿Tú fuiste la que encontraste a Meatball?-
¿Meatball? ahhh el perro, espera un momento, ¿le llamó albóndiga a su perro?
- Yo... esto...-
Seh, mis neuronas todavía no estaban del todo recuperadas.
-Dios mío no sabes como te lo agradezco- y así sin más me abrazó, no es que me queje eh.

Sentí como lentamente mis mejillas se ruborizaban y eso no era bueno ya que cuando me sonrojaba toda mi cara se ponía de un horrible color rojo.

El chico se apartó de mí e inspecciono mi rostro con algo de preocupación.
-¿Te encuentras bien? estas toda roja, ¿no tendrás fiebre, verdad?-
Antes de que pudiera abrir la boca para contestar, alguien lo hizo por mí.
-Claro que no está enferma Evans- Giré mi rostro y allí, apoyado en la puerta de casa, se encontraba Daniel con una sonrisa fría en el rostro.
-Además creo que deberías irte, ¿No estará Steffany preocupada por ti?-
Los ojos de Evans se abrieron con sorpresa
-Oh mierda es cierto-
se levantó de un salto llamó al perro y echó a correr internándose en el bosque.




¿Acaso soy caperucita roja?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora