El pendiente

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El día anterior logramos salir del sótano sin ningún inconveniente, mis pensamientos giraban entorno al pendiente, quizás habría sido de una chica que se encontraba en el lugar equivocado y en el momento equivocado, me estremecí ligeramente.

Caminaba ligeramente por la calle, hacía un día estupendo, el sol brillaba y a pesar de estar en invierno no hacía demasiado frío.

-Heey, espera- Miré hacia atrás mis ojos se encontraron con Beca quien venía corriendo hacia mi, cuando llegó a mi lado, se inclinó hacia delante tratando de recuperar la respiración.

-¿Beca?, ¿Qué ocurre?- La aludida alzó la cabeza, una sonrisa apareció en su rostro.

-Solo quería agradecerte- -¿Agradecerme?- Ella asintió con efusividad -Si, aquel día en el bosque fuiste muy amable conmigo, y quería agradecerte, ya se vente a mi casa, he hecho magdalenas y me gustaría que las probases-

-Pero... yo no hice nada para que me agradecieras- Ella me sujetó el brazo y empezó a arrástrame -Por favor, insisto-

-Bueno vale, pero no puedo quedarme mucho así que...- -¡Genial!-gritó con emoción.

La verdad, la casa de Beca no estaba muy lejos, parecía muy acogedora, ella me dijo que me sentase en el sofá y se dirigió a lo que seguramente era la cocina.

Tras unos minutos, volvió aparecer con una pequeña bandeja con dos tazas llenas de leche y cacao en polvo y un plato con un par de magdalenas.

Mantuvimos una charla trivial, en un momento dado le pregunté donde se encontraba el baño. -Sigue el pasillo y la segunda puerta a la izquierda-

Entré en el baño, estaba completamente impecable y quizás fue por eso en por que me fijé en aquel insignificante detalle que lo cambió todo.

Me arrodillé para coger una pequeña joya que se hallaba tirada en una esquina del cuarto, era un pendiente, dorado y en forma de un trébol de cuatro hojas.

Un sudor frío me recorrió el cuerpo, no podía ser, me negaba a aceptarlo, pero aun así esa pequeña duda atravesaba mi mente sin piedad, ¿Cuáles eran las probabilidades de encontrar un pendiente exactamente igual al que encontré en aquel sótano?

Traté de relajarme, salí del baño y me senté en el sofá como si no hubiese pasado nada, pero algo había cambiado, ya no era capaz de mirar al sonriente rostro de Beca, mis manos se dirigieron a mi móvil.

-Valla que tarde se ha hecho, tengo que irme- Rogaba a todos los dioses que no se notase lo asustada que me encontraba en este momento.

-¿Tienes que irte ya?- Lentamente la sonrisa de Beca se fue apagando, miró a un lado, y de golpe la sonrisa volvió -Ya se, ¿por qué no te quedas a dormir en mi casa? Será divertido- -Lo siento, no puedo, además mañana tenemos clase- Ella me miró con tristeza -Bueno está bien pero algún día lo haremos, ¿vale?- Asentí con rapidez, me despedí y salí como alma que lleva el diablo de aquella casa.

¿Acaso soy caperucita roja?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora