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La montaña Sagiri posee una población casi nula debido a lo difícil que se vuelve respirar si no posees algún tipo de entrenamiento; ahí es donde se encuentra Urukodaki Sakonji, un viejo cazador que en sus tiempos de gloria fue Pilar del Agua, y aunque sus
métodos de entrenamiento son rigurosos es un hombre muy considerado y preocupado por el bienestar de sus alumnos.

Hace 2 años que el hombre con máscara Tengu¹ no sabe nada de sus preciados alumnos, y cuando recibió una carta de Hana alertandole sobre su visita se emocionó bastante, al punto de ordenarle a joven Kamado que bajara al pueblo por las mejores carnes y verduras para sus visitas.

Para Urukodaki fue una sorpresa el ver como Hana había cambiado; aunque seguía siendo pequeña creció algunos centímetros, desarrolló un poco de musculatura gracias a los entrenamientos de Himeyima y Sanemi, pero a los ojos del Ex-Pilar ella seguía siendo la misma niña insensata a la que instruyó.

─ ¡Es un gusto verte de nuevo, Sensei! -Hana no contuvo las ganas de abrazarlo- he rezado para que su salud perdure por mucho tiempo.

─ Déjalo ya Hana -Tomioka la aparta con suavidad- sabes que a nuestro Sensei no le gusta el contacto físico.

─ Déjala ser Giyuu -Responde con naturalidad- está demostrando que los abrazos te quitan muchos problemas de encima, deberías intentarlo.

Tomioka observó a su maestro con incredulidad ante su falta de tacto, pues al día de hoy Urukodaki sigue reclamándole por su frialdad ante las mujeres, ya que el anciano sueña con verlo feliz al lado de una.

─ ¿Dónde está Tanjiro? -Hana mira hacía todos lados en busca del pelirrojo, pues tenía ansias de verlo-

Sakonji escucha la duda de la ojirosa pero decide callar. Al igual que Hana, Tanjiro es un pupilo algo insensato y con poca habilidad en el manejo de la paciencia; la frustración es un sentimiento normal cuando no se logra nada aunque haya un esfuerzo de por medio, pero la impaciencia provoca que no hayan avances, por eso Urukodaki tomó la decisión de dejar que Tanjiro descubra su valor por cuenta propia, dejando así de instruirlo y permitiéndole que siga su propio camino y equilibrio emocional.

─ Hana, te dije incontables veces que dejaras a tu serpiente en casa -Tomioka reprende a su alumna al ver a Hanabira recostándose cerca de la fogata- este clima no es adecuado para ella.

─ Es una mascota algo inusual diría yo -Urukodaki sirve un poco de té y yudofu²- al menos es mejor que esos ejércitos peludos que traías a mis espaldas.

Hana tiene un don único para atraer gatos, pues a donde sea que vaya hay muchos; de todos los tamaños, razas y colores habidos y por haber. El problema (para muchos) radica en que Hana tiene un corazón tan noble que no le permite dejar a los pobres animales a su suerte, y eso le trajo muchos problemas a Urukodaki el tiempo que la instruyó. De hecho ama a los animales, pero los gatos le provocan fuertes alergias, algo que su olfato agudo no le ayuda en nada.

─ No es necesario que prepare la cena, Sensei -Tomioka habla con un tono apenado- nos iremos antes del anochecer.

─ La Selección Final es en unas horas y necesito descansar -Hana sonríe tratando de calmar a Urukodaki-

Eso le hizo recordar algo importante al anciano, así que se dirigió a sus aposentos por un regalo para Hana; es costumbre para Sakonji el regalarle a sus alumnos el vestuario para la tan ansiada Selección Final, y aunque siempre tiene la fé de que volverán con vida es muy realista y sabe que quizás esa sea la última muestra de su bondad hacia sus alumnos.

─ Es hermoso -Hana sostiene el conjunto que su Maestro le entregó; consistía en un kimono rosa con estampado floral y una hakama lisa del mismo color- no te hubieras molestado, Sensei.

Pequeñɑ Mocosɑ - Iguɾo Obɑnɑi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora