Parte de la rutina diaria del Patrón es dar un paseo al lado de su amada esposa y sus adoradas hijas, suelen recorrer el jardín cuando los rayos del sol no son tan molestos. Las pequeñas Kuina y Hinaki recitaban canciones, todo mientras Amane contemplaba todo con una genuina sonrisa, rezándole a los Dioses que estos momentos fueran eternos.
El suave aleteo de un cuervo captó la atención del Patrón, quién extendió su brazo para que el animal se posara en él.
─ ¿Así que 6 pasaron la Selección Final? -El jefe de familia habló con su particular tono tranquilo y sereno- el número de mis hijos continúa creciendo, ¿En qué tipo de Cazadores se convertirán?
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Apoyada del hombro de Kanao, Hana daba lentos, pero firmes pasos para regresar a la Finca Mariposa. Ambas habían pasado la Selección Final, las heridas de sus cuerpos eran la prueba de ello, los tortuosos rayos del sol hacían más difícil su travesía, sintiéndose como mugrosos demonios, quienes desconocían los efectos del sol en sus defectuosos cuerpos.
Las lágrimas que caían en las mejillas del Pilar Insecto delataban la creciente felicidad que sentía de ver a sus alumnas convertidas en Cazadoras de Demonios, deseando que Kanae estuviera viva para que pudiera verlo. Sin embargo, decidió dejar los sentimentalismos de lado y llamó a Aoi y las niñas para brindarles primeros auxilios.
La noticia de que su querida alumna pasó el examen de Selección Final estuvo en boca de los Pilares, incluso del joven Muichiro, quien a pesar de ser un olvidadizo se alegró de Hana sin si tener la más mínima idea de quién sea.
─ Kochou, ¿Quién me dejó estos girasoles? -La ojorisa le dedicó una mirada emotiva al Pilar Insecto- están preciosos.
La mayor no dijo nada, ya que había hecho un pacto de silencio con Iguro, quién llegaba cada noche a cerciorarse de que Hana estuviera bien. Incluso las niñas se desvelaban para ver los cuidados que el Pilar Serpiente le brindaba, parecía sacado de una de esas novelas de amor que Mitsuri suele leer.
Durante el día, Obanai contemplaba su rostro apacible mientras descansaba o jugaba con las niñas, su cobardía no le permite acercarse a ella e intentar entablar una conversación. Una llama flameante permanecía dentro de él desde aquella noche, soñaba con tomarla entre sus brazos, besarla y poder hacerle el amor cuántas veces quisieran, pero sabía que él no es digno de un sentimiento tan hermoso como el amor.
[...]
Giyuu Tomioka se encontraba dando un paseo por el pueblo, recién había terminado una dura misión y necesitaba despejar su mente. La peor parte de ser un Cazador de Demonios es que no puedes salvarlos a todos, tener que presenciar como la luz de muchos se apagan por culpa de los demonios y que no puedas hacer nada más allá de tu capacidad es impotente.
Un puesto artesanal llamó la atención del Pilar del Agua; una dulce anciana estaba vendiendo varios artículos para el cabello, entre ellos una hermosa horquilla, fabricada en oro y con una argolla en forma de flor de cerezo.
Sus dedos rasposos sostenieron el objeto con suma delicadeza, al punto que sus ojos emitieron un gentil brillo.─ Vaya vaya, ¿Acaso es para tu novia? -La anciana dijo en medio de una sonrisa coqueta- el amor de juventud es el más dulce.
─ ¡N-no! Yo solo estaba...
─ ¡Pero qué hombre más caballeroso! Debo asumir que tu novia debe ser hermosa.
─ Pero yo no...
Con costos las palabras salían de sus temblorosos labios. Aquella anciana lo puso en una situación muy vergonzosa, ahora Giyuu se sentía en la obligación de comprarle la horquilla si no quería cargar con la culpa de decirle que no a esa pobre abuelita.