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*Antes de empezar a leer considera que éste es el capítulo más fuerte de esta historia, pido discreción, y si no te sientes capaz de continuar, entonces no lo hagas, no es con afán de ofender a nadie, es todo ficción, sin embargo te ofrezco una disculpa anticipada por lo que estas a punto de ver.*

— No me importa — jadeó la maquillista.

— ¿Jen...nie?— apenas alcanzó a pronunciar la tailandesa cuando la surcoreana se había lanzado a ella como un felino.

— ¡Detente! — gimió la rubia.

— No...puedo...— jadeó la surcoreana encimándose sobre ella, mientras Lisa intentaba forcejear para evitar que Jennie la embistiera.

Pero Jennie, estaba tan excitada que aplicó más fuerza, comenzó a besar el cuello de Lisa con ferocidad, mientras la rubia se retorcía tratando de detener las manos inquietas de la contraria.

— ¡Detente! — pedía intentando quitarse.

— Yo quiero — gimió Jennie, bajó su mano hasta la entrepierna de Lisa y tentó su vulva intentando saciarse de ella — Quiero ser tu primera — jadeó excitada.

— ¡Jennie, detente!— gritó la rubia, aplicando más fuerza en sus brazos, se apoyó de Jennie y con impulsó logró empujarla lejos de ella haciendo que la mayor cayera bruscamente de la cama.

Lisa la miraba con temor y asombro, se ajustó el camisón mientras observaba cual podría ser la siguiente reacción de Jennie.

Se sentía rota, devastada, cansada, y lo peor es que se sentía sola, no podía confiar en nadie, y la única persona en quien creía que no podía defraudarla ahora estaba levantándose del suelo.

Jennie se peinó el cabello y ajustó sus ropas,  miró a Lisa con enfado y sin decirle una sola palabra salió de la habitación. 

La maquillista se contemplaba en el espejo, su maquillaje había quedado arruinado, su cabello despeinado, nunca en su vida la habían rechazado, y más aún que se sentía hechizada por la belleza de Lalisa Manoban.

Tomó el labial que tenía en su mano, y dibujó sobre el espejo dos X X y un Circulo alrededor de éstas.

Soportaba el enojo y la humillación, sentía que tenía ganas de llorar porque odiaba sentirse así por la rubia, pero si no era de ella, no podía ser de nadie.

Lisa se había quedado profundamente dormida, no era muy consciente de la hora, la luz del día era lo que le decía que quizá eran a penas las cuatro de la tarde.

Adormilada se levantó de la cama, sentía un poco de remordimiento, pensó en Jennie y lo mal que podía estarse sintiendo, quizá si lograba hablar con ella de lo de anoche todo quedaría bien, y serían amigas como antes.

Sonrió internamente, cuando notó un vestido color purpura encima de un sillón antiguo, quizá Jennie no estaba tan molesta.

Se visitó entonces, salió de la habitación y se paseó por la enorme mansión en busca de Jennie, recorrió un enorme pasillo que estaba adornado de pinturas al oleo, esculturas de bronce y bustos de mármol.

Del otro lado miró un enorme piano antiguo, dentro de esa habitación había más pinturas y justo detrás un jaguar disecado en el gran muro que adornaba el lugar.

Lisa retrocedió un poco chocando con la puerta de otra habitación, justo ahí observó entonces otra habitación, la cama era un desastre, las almohadas estaban por todas partes, las sabanas estaban en el suelo, pero lejos de todo aquello lo que llamó la atención de Lisa fue el dibujo de lápiz labial en el espejo. 

EL DEMONIO DE NEÓN - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora