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Una gran tempestad asolaba en un abismo desértico, el viento calaba en los huesos de la surcoreana, quemaba tanto que inclusive cortaba la piel de sus extremidades; sus labios estaban secos he hinchados, algunas yagas yacían en su cuerpo. Jennie no entendía qué estaba haciendo en aquel sitio, por más que mirara a su alrededor, solo contemplaba el suelo seco y cuarteado, no sentía nada, más que una tristeza abismal, de sentirse sola e incompleta.

Pronto, abrió sus ojos con brusquedad, aquello había sido un extraño sueño, en el que había conciliado luego de haberse quedado profundamente dormida en la bañera de la gran mansión. Recordó entonces lo que había hecho, notó que su cuerpo estaba dentro de aquella tina llena de sangre, toda su piel estaba manchada, su cabello, su rostro, sus oídos, todo.

Sin embargo, no se asustó al hacerlo consiente, ella misma junto a Rosé y Jisoo, se habían encargado de asesinar a Lisa a sangre fría y luego a saciarse de ella para absorber la belleza que la tailandesa desbordaba.

Jennie escuchó el sonido de la regadera, con esfuerzo logró levantarse de la bañera con toda la sangre escurriendo por su cuerpo, salió de ésta y caminó hacia la regadera donde notó que el cancel estaba abierto, desde ahí pudo ver a Jisoo y a Rosé bañándose al mismo tiempo.

Sus amigas dejaban caer el agua sobre su cuerpo ensangrentado, pero había una lujuria insondable que emanaban de sus tocamientos prevérseos, ambas no tenían ni un ápice de arrepentimiento, sus lenguas entrelazadas junto al ímpetu de sus caderas mecerse unas con otras mientras se daban placer, fue el claro ejemplo de que Jennie pudo sentir entonces, un duro golpe en el pecho.

Jisoo y Rosé no amaban a Lisa, no la admiraban como ella, no estaban obsesionadas como ella, sino todo lo contrario, la odiaban, la envidiaban, la aborrecían, por ello no tuvieron reparo en deshacerse de ella y devorar cada parte de su cuerpo.

Al día siguiente, la maquillista se quedó en casa, hizo lo que debía hacer, revisar el correo, y luego regar las plantas. Pero al llegar con la manguera al jardín posterior de la casa, una tristeza agobiante la llenó, cuando tuvo que limpiar todo el charquero de sangre que estaba en la piscina.

Terminó sus labores, su expresión era inmutable y sin sentido, se quitó la ropa y anduvo desnuda por la casa, luego de un par de horas fue hacia el jardín, donde justo detrás de un frondoso árbol yacían unas preciosas rosas rojas que habían florecido en la primavera, no pudo evitar sonreír, caminó hasta el hueco de tierra que estaba a lado de las rosas y se recostó sobre éste.

— Hueles maravilloso — murmuró contra la maleza fermentada de los restos que quedaron de la tailandesa. — Neon, ése es tu color — dijo a la tierra al recordar los labios de Lisa.

A pesar de todo, seguía sintiéndose igual o peor que antes, acarició algo de cabello rubio, apoyó su cabeza sobre los huesos de la tailandesa y en cuestión de minutos se quedó dormida, como un bebé que guarda su seguridad en el seno de su madre.

Ése día la noche llegó, nuevamente la enorme luna plateada se asomó como testigo de aquella aberrante profanación que hicieron con su hija, la más bella creatura que había ofrecido al mundo y que su amante se encargó de descuartizar.

Jennie aún en cueros, se colocó frente a una gran ventana de cristal que medía al menos 2 metros de altura dentro de un gran salón oscuro en aquella mansión, se arrodilló frente a la Luna y pidió perdón.

El dolor era tan fuerte que no pudo resistir más, se recostó entonces y miró hacia el cielo oscuro, y en cuestión de segundos la sangre de la tailandesa comenzó a cobrar poder, y es que nadie podía contra su pureza y belleza, porque comenzó a salir imparablemente de todos los orificios de la surcoreana.

EL DEMONIO DE NEÓN - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora