Capítulo V

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Capítulo V

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Capítulo V

El pulso acelerado de Natasha era visible bajo la piel de su cuello y su pecho subía y bajaba al ritmo alterado de su respiración mientras sus ojos continuaban prendidos de los oscuros ojos azules del rey. El hombre no se había movido ni un centímetro desde que la arrinconara contra la puerta y no hacía más que mirarla de un modo que convertía sus rodillas en gelatina y le volvía la sangre hielo en las venas. Era como un conejo cegado por las luces de un auto, consciente de que estaba en peligro, de que estaba al borde de un abismo, pero, era completamente incapaz de moverse, de hacer algo. Su cerebro le gritaba que lo empujara, que lo alejara, que se pusiera a salvo, pero, su cuerpo no respondía. Era como estar hipnotizada... como si viera toda la escena desde fuera, sin ser capaz de intervenir. Afortunadamente, él reaccionó primero.

─ Para ser alguien que quería hablar conmigo, estás muy silenciosa─ le dijo al cabo de unos segundos que parecieron una eternidad. Como si toda aquella situación lo divirtiera, se apartó de ella y se dirigió a una mesita arrimada contra la pared, sirviéndose un vaso de vino con gesto indiferente─ Vamos, di lo que tenías que decir...─ la alentó antes de beber un trago de su copa.

Libre al fin de aquella aura oscura y atemorizante que parecía envolverlo como una manta y que le quitaba el aliento, Natasha respiró más tranquila y se alejó de la puerta, decidiéndose a enfrentarlo con más seguridad. Lo que tenía que decirle era importante y no podía seguir comportándose como una niñita tímida cuando la vida de una pequeña estaba en peligro y ella era la única que podía hacer algo al respecto.

─ Se trata de la princesa, mi señor...─ comenzó, ganándose de inmediato la atención del hombre.

─ ¿Qué con ella? ¿Está bien? ─ preguntó, mostrándose repentinamente alarmado.

Natasha ya había notado anteriormente que toda aquella apariencia imponente y peligrosa desaparecía rápidamente cuando se trataba de la niña. El hombre podía ser un salvaje de otro tiempo, pero, era evidente el amor que profesaba por su hija y eso era francamente conmovedor. Se atrevió a dirigirle una sonrisa tranquilizadora y negó suavemente, acercándose a él un paso más, convertida de pronto en la enfermera y no en la mujer atemorizada en la que se había transformado desde que toda aquella pesadilla comenzara.

─ Ella está bien, mi señor, se ve más recuperada y está comiendo en sus habitaciones. La dejé con la doncella. Pero, no es de eso de lo que quería hablarle... la doncella, Morrigan, me comentó que han estado sometiéndola a tratamientos con sanguijuelas...─ explicó y él asintió, nuevamente escondido tras su máscara de tranquilidad.

─ Pues, sí. Los médicos dijeron que era lo mejor para ella, que era el mejor modo de eliminar el veneno de su sangre. Un súcubo bebió de ella cuando estaba en la cuna y por eso no puede respirar bien, son los resabios del demonio─ respondió, dejando a Natasha boquiabierta.

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