Topo sediento

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Dirty caminaba a mí con seguridad y soberbia, no llevaba camisa, provocaba que pudiera ver sus costillas, su piel pálida resultaba en los huesos que se le marcaban, la cuenca vacía de su ojo no dejaba de inquietarme.

En general Dirty no era intimidante, no tenía la complexión de asustar a alguien, sin embargo, su mirada y sonrisa eran los de un psicópata, para lo único que llegaba a esforzarse era para matar y comer de lo que otros tenían, algunos le daban parte de sus ganancias a cambio de dejarlos tranquilos.

—Muchacho no deberías estar temblando, te dolerá lo suficiente como para desear estar muerto, así que no temas en morir, me rogaras que lo haga rápido.

—No estoy temblando por miedo, tiemblo de la emoción que me da tener la oportunidad de ponerte fin —su risa tensó mis piernas, mi cuerpo estaba preparado para pelear.

—Mejor dejemos de hablar y veamos ¿De qué estás hecho? —pasó su lengua por el cuchillo, provocándose una pequeña herida en la lengua, su sangre comenzó a recorrer el filo de su Santoku.

—En cuanto suene la trompeta podrán comenzar, la única regla en este tiempo de muerte es que los no seleccionados deben permanecer aún en su lugar, nadie puede levantarse y los participantes no pueden acercarse a los verdugos.

Las manos comenzaban a hormiguearme, lo primero que debía hacer era alejarme de él, su arma podía alcanzarme rápido y necesitaba idear algún plan o mi cabeza terminaría rodando entre los topos. El tiempo parecía haberse detenido, mis pensamientos no dejaban de ir a prisa buscando soluciones entre los hombres que estaban en el suelo, buscaba un arma, cualquier cosa que pudiera servirme, en estos casos hasta una piedra podía funcionar.

Un ruido atravesó la plaza, el sonido de la trompeta me ayudo a despertar las extremidades que tenía congeladas por la adrenalina, comencé a correr mientras serpenteaba entre los topos, no podía voltear hacia atrás solo tenía que alejarme lo más rápido esperando encontrar algo que me sirviera en el camino.

—¿Qué demonios Dirty? ¿Qué estás haciendo? —el gritó hizo que me detuviera y buscara el origen.

Dirty no me seguía por lo contrario se había agachado y acuchillado a Friler un topo no mayor a mí; no se metía con nadie y siempre era distante. Levantaba el puñal y lo dejaba caer sobre él una y otra vez, los que estaban a su alrededor se percataron del acontecimiento y comenzaron a gritar.

—¡Déjenos ir, este mal nacido nos matara!

—¡Por favor debemos movernos de aquí!

—¡A la mierda con sus reglas, nos quieren matar! – Haul un chico de quince años que siempre estaba sonriendo se levantó e intento correr hacia mi dirección, dio tres pasos antes de caer envuelto en una ráfaga de electricidad, me veía con asombro, parecía culparme por lo que le sucedía. Se desvaneció.

—¡Déjenos ir! ¿Qué están esperando? —Alguien gritaba entre la multitud, era difícil discernir quien era.

—Nadie puede levantarse de donde se encuentran, saben cuáles son las consecuencias, hasta que nos retiremos pueden retomar su camino.

Dirty se reía aún más fuerte y escogió a su siguiente víctima, intente avanzar y alcanzarlo antes de que descargara su puñal en otro topo, a medio camino ya había atravesado tres veces a alguien más.

—¡Basta Dirty! Iré a ti deja de matar, son igual a nosotros somos del mismo sector, no te han hecho nada.

—¿No entiendes nada verdad muchacho? El placer de sentir el cuchillo cortando la carne, raspando un hueso, como la sensación traspasa tus músculos y se tensan en tu hombro, tener que empujar con más fuerza para perforar y eso acompañado de sonidos ahogados o gritos –la mirada de Dirty se desenfocaba, estaba inundado en un deleite.

La purga de ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora