El veneno de los topos

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Nos disponíamos a salir de la habitación, Krist estaría al frente yo en medio y Linar en las espaldas, debíamos dirigirnos al almacén de comida para tomar algunas cosas para curarme y alimento para mantenernos vivos unos días.

—No tengo ningún arma conmigo, ¿Ustedes tienen alguna que me presten? — Linar intentaba sonar seguro pero su voz temblaba al hablar.

—Guarda silencio no necesitas un arma ahorita. — Intentaba calmarlo.

—Si fueras al último de la fila no creo que pensaras lo mismo.

—Deben guardar silencio si en verdad no quieren usar un arma. — Krist se detuvo de golpe provocando que chocara con él y en consecuencia Linar.

Iba discutirle a Krist por no avisar que se detendría, pero su mirada estaba enfocada en el patio, al voltear entendí porque se había perdido en sus pensamientos, el cuerpo de Nathel estaba despedazado, quedaban trozos de carne y tela destruidos por todos lados. La escena me recordó a los derrumbes de la mina, cuando lograban mover las piedras y escombros para retomar el túnel de trabajo, algunas veces debajo quedaban restos de carne y huesos triturados, solamente que esta vez Nathel no estaba desecho por el colapso de una mina.

—Debemos tener cuidado con la lluvia de metal. —Les dije sin más y continue adelante posicionándome al frente de Krist él cual aún continuaba viendo lo que quedaba de Nathel.

Llegamos al comedor sin ningún problema todo parecía estar en orden y silencio, detrás de mí no tardaron en entrar Krist y Linar, parecían pelear por ver quien entraba antes. Ninguno deseaba permanecer mucho tiempo separados de los demás.

Nos dirigimos al almacén, las puertas metálicas se encontraban cerradas y dentro se escuchaba ruido, alguien estaba tomando cosas ahí. Dimos unos pasos atrás y rodeamos la puerta en espera de que alguien saliera, pero todo se quedó en silencio.

Podía estar seguro que detrás de la puerta quien estuviera ahí intentaba escuchar y adivinar la posición de nosotros, lo que no esperaba es que fuéramos tres, al menos uno de nosotros tendría que detenerlo mientras los otros se encargaban de él.

Pasó más tiempo del que esperaba, tal vez habíamos escuchado mal.

—No creo que fuera nada posiblemente una rata oh. — Linar no termino de hablar cuando la puerta se abrió de golpe.

Biller salió disparado sobre Linar, estaba esperando escuchar cualquier ruido para saber a dónde atacar, en su mano llevaba hacha de cocina, lo alzó en el aire dejándolo caer sobre Li.

—¡Li! — Grité

Este se estaba aventando a un costado, yendo Biller directamente a clavar el hacha a la mesa que estaba a espaldas de Linar, gruño y comenzó a tirar del arma para zafarla de la madera, el crujido de la madera al separarse del hacha me regreso al juego. Linar comenzaba a reincorporarse del suelo y se movió a nuestras espaldas, Krist ya estaba a mi lado cubriéndome con su lanza a mí y a él en espera del siguiente ataque.

—No se muevan demasiado chicos, no esperaba que fueran tantos, pero ahorita me encargo de ustedes uno a uno. —Parecía no haber dormido suficiente, las ojeras en sus ojos, el cabello despeinado y el agotamiento en sus ojos lo volvía evidente.

—Biller nosotros somos tres y tú estás solo, deja esto para después y vete. — Le dije apretando la Santoku en mi mano con fuerza por si decidía no hacerme caso.

—Tarde o temprano tendremos que matarnos, deshacerme de ustedes tres me dejara el camino libre, sin ustedes ya podemos dejar de asesinarnos y solamente esperar, solo podemos pasar cinco de nosotros, ustedes sobran.

La purga de ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora