Prólogo

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— ¿Creíste que no me iba a dar cuenta?

Lo creyó.

— ¿Cómo es que tu madre fue capaz de hacerte esto?

Ella lo ama.

...

Estaba cansado, quejandose sobre su cama. 

Sus dedos apretaban fuertemente contra las sábanas, sintiendo que el aire poco a poco desaparecía de sus pulmones para hacer llegar una fragancia asquerosa, venenosa y asfixiante.

 
¿Los efectos ya habían desaparecido? 

No se acordaba de la hora, no se acordaba del día ni de donde se encontraba en ese momento, estaba tan perdido en un camino de sudor y lágrimas. Sentía su cabeza a punto de explotar en miles de pedazos, un fuego abrasador acariciar su espalda y subir por su cuello hasta la nuca, casi aconsejándole al oído que se dejara llevar por lo que sea que estuviera junto a sus pensamientos.

Tan sólo faltó una bocana de aire para apreciar la luz que estaba cegándole, enfrente suyo la enorme ventana dejaba que la brisa desviara las cortinas y apaciguara el cálido amanecer.

Apretó los ojos esperando a que eso le dejara ver con claridad, pero el dolor volvía a él acobijándolo contra su voluntad. Intentaba recordar que rayos había sucedido para estar en tan mal estado, ¿acaso fue la patrulla de anoche? No, no lo sabía.
Su vista fue a parar a su cajón entreabierto, ese mueble que estaba justo alado de su cama y dejaba ver una bolsa con lo que parecían ser pastillas, medicamentos de los que estaba seguro no deberían estar ahí. 

De repente sus labios se secaron, apreciando los colores y los sabores de los que apenas estaba haciendo un sutil recuerdo...

Anoche Damian había faltado a un patrullaje, no porque quisiera, sino porque el propio Batman le negó la entrada; excusándose que el menor no estaba completamente dentro de si desde hace tiempo, que lo había visto ser más errático y violento de lo que por si era, como si perdiera completamente su cabeza.
Eso lo hizo enojar a tal punto de haber lanzado su propio traje hacia el murciélago, iniciando una discusión de la que era testigo Nightwing y que todos sabían que él no podría ganar. Sólo bastó con correr hacia su cuarto y golpear algunas almohadas contra su cama para finalmente recostarse en la puerta, maldiciendo en otra lengua que la desdicha cayera en todos lados. Que todos se jodieran.

Lo que realmente le calmó no fueron las suaves caricias que Dick le brindó en la cabeza, ni los aperitivos que Alfred trajo consigo junto a Titus minutos después. 

No...

Fueron esas malditas y brillantes pastillas. Esos sueros que él tenía escondidos desde que llegó a la mansión como si se trataran de su merienda, sus dulces.
No se consideraba un adicto, de hecho, Damian conocía todos los síntomas y todas las consecuencias gracias a que se le enseño de todo al estar en la liga de los asesinos, su pasado. Sin embargo, así como se le perfiló para poder controlar un arma a tan corta edad, también le correspondió saber lo que sería vital para su fortalecimiento; drogas. La liga usaba ese tipo de experimentos con su propio clan, tan seguros de que podría funcionar hasta con el nieto de Ra's Al Ghul.
Obviamente fue su dicha cuando descubrieron que lo que sea que le metían al pequeño demonio funcionaba correctamente. Lo hacía más ágil, más rápido, más fuerte y sobre todo... Más violento. Justo lo que estaban buscando. Un ser que pensara tanto con sus puños como con su cabeza cuando estuviera en el campo de batalla, de una forma sobrehumana. Era perfecto.

Antes de irse y separarse de su madre, cuando tuvo que dejar su pequeño nido y acompañar a su padre como su misión, esta le dedicó un par de palabras:

No dependas completamente de ellas, un verdadero líder sabe diferenciar entre acaparar y necesitar. No pierdas tu camino, mi pequeño.

Hipócrita. Por culpa de ellos se le hizo presa tan fácil de sucumbir a sus encantos, años de estar encadenado contra esas ataduras, contra esas agujas que dejaban marcas durante días... ¿Esperaban que él las dejara como tal? No era tan fácil.

No es que fuera débil, sólo las necesitaba.

Lo que al inicio empezó con cinco pastillas a la semana, se vio reducido al dar un nuevo pie en su vida. Vida de la que era acompañado de personas que parecían velar por él, que le hacían olvidar todo el espectáculo con la liga, con su sangre infectada. Fueron de poco en poco para al final terminar siendo solamente una, pero jamás nula.

Estaba a punto de dejarlas, de tirarlas y sin embargo la catástrofe llegó después. Cuando esa espada atravesó su cálido pecho, cuando sus mejillas regordetas sintieron el frío helado que acompañaba a sus pies y una vista nublada de su muerte. Todo su esfuerzo desapareció como la idea de haber despertado de un mal sueño.

Meses después cuando los brazos de su familia le acobijaron bajo su manto, creyendo que no reviviría, que todo su esfuerzo fue nulo al buscarlo y pelear contra Darkseid... Le vieron, le vieron levantarse entre la dura capa de cimiento y abrazar a su padre con fuerza.

Padre

Todo fue dicha por unos instantes.

Damian sintió lo que años de adicción e intoxicación no se reflejaron en su tiempo. Su cuerpo se volvió débil de repente, empezó a tener alucinaciones y cambios de humor repentinos, vómitos, dolores de cabeza extremos... Todo al mismo tiempo, ¿por qué justo ahora?
Su padre lo descubrió en su momento, era la primera vez que lo veía tan molesto, molesto con Talia por haberle hecho eso a su hijo, por haberlo torturado y hacerle rogar por más droga cuando apenas era un niño. Lo hizo depender de ella.

Damian notó la mirada de decepción en él, ¿acaso sentía asco ahora que sabía? Tenía un hijo asesino y drogadicto. Todo contra su propia voluntad.
Nadie más supo del tema, ni si quiera el propio Nightwing quien era su más cercano, ya que Bruce le prometió mantener todo en secreto sabiendo que sería un tema difícil de asimilar para todos y para él.

Con el tiempo, tan sólo unas semanas de haber empezado de nuevo los patrullajes, cuando finalmente su cuerpo había desaparecido todo rastro de sofocante dolor, Damian volvió a sucumbir. ¿Por qué? No había sido porque su cabeza lo pedía, de hecho, esos pensamientos que antes tenía cuando necesitaba de la droga no habían vuelto a aparecer en un tiempo, tampoco fue por la insistencia de su padre al querer más y más de él, ni su despido del equipo en los Teen Titans, tampoco el hecho de perder a su mejor amigo al volverse un adolescente y dejarlo atrás. No y no.

Lo hizo por gusto.

Él finalmente se había fijado en otros síntomas de los que jamás se percató, el dulce néctar de la vida, del pozo de lázaro llenando sus venas con cada pastilla. Dándose cuenta que no sólo ayudaba a ser mejor en lo que ya lo era, sino que le brindaba una paz de la que jamás fue consciente.

Y así empezó a consumirlas cuando se sentía mal. Era para mantener al "demonio" dentro de él que buscaba salir... Aunque... ¿Realmente el demonio se quedaba encerrado?

Lazaro [Damian Wayne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora