Prólogo.

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"832 palabras"

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1 semana después...

•Playa de Stella, Venecia (Italia)•

El cielo se tornaba gris con el paso de las horas, todo esto apuntaba que iba a haber una tormenta eléctrica en breves.

El sonido de las olas chocando contra el arrecife de coral opacaba cualquier otro sonido del exterior.

Solo eran él, las olas y un corazón a medio romper.

Sus grandes ojeras no las podía ni cubrir el maquillaje, su pelo rubio estaba enmarañado ya que no se había peinado en varios días, sus ojos azules habían perdido cualquier brillo que podía haber tenido antes.

Solo quedaba un cuerpo sin vida, deambulando por una playa desierta.

Dicen que las separaciones duelen como mil cuchillos clavándose en tu pecho, Toni pensaba que esa expresión se quedaba corta comparado con lo que él sentía.

Lágrimas se volvían a acumular en sus ojos, no había día en el que no llorara por la pérdida de su amado.

No sabe en que momento empezó a correr sin rumbo por la fina arena de la playa que estaba nada más salir de su mansión, playa que ahora mismo estaba desierta por el temporal.

Solo sabe que corrió hasta que sus piernas fallaron y lo acabaron enterrando en la fría arena, con una mano en el pecho y otra en la arena empezó a lamentarse en alto.

¿Cómo podía haber permitido todo esto?

Las lágrimas descendieron de sus mejillas, separó la mano de su pecho y le dio un puñetazo a la arena en un intento de descargar todos esos sentimientos negativos.

Nunca se había considerado un alfa agresivo pero por lo visto nunca había llegado a una situación tan límite como esa.

Su hermano, su omega y su hijo habían desaparecido y todo pintaba que habían sido raptados por alguna mafia enemiga.

Recordar el rostro de aquel joven con aroma a chocolate le quemaba, sentía un montón de emociones y más de la mayoría no eran suyas.

Posó la mano que estaba en su pecho en la arena y enterró las uñas en los granos de esta, agarrando las pequeñas piedritas que la componían.

Ahí se derrumbó por segunda vez en el día, un grito desgarrador alertó al abogado que miraba desde la verja al pobre rubio.

- Lo siento tanto... - cerró los ojos con fuerza al recordar la imagen de su amado - juré protegerte y lo único que conseguí fue que te secuestraran y te alejaran de mí.

- Solo quiero recuperar a mi familia - una mano se posó en su hombro, Toni abrió el puño soltando las piedritas y se quedó de rodillas en la arena.

Miró hacia delante y vio el mar picado, como las olas morían a escasos centímetros de su piel.

La playa siempre le había recordado a Gustabo, después de todo ellos dos se habían conocido en una.

- Toni... - se puso de cuclillas el otro alfa.

- Es todo mi culpa - clavó su mirada en él y Salinas le miró con lástima.

- Si hubiera estado - un sollozo le traicionó - y-yo podía haberle protegido.

- Sabes que no es verdad - arropó con sus brazos al más bajo y dejó que este llorara en su pecho.

No sería la primera vez que esto pasaba en la última semana.

- Tienes que ser fuerte - le acarició el pelo - por ti mismo, por Carlo, por mí, por Gustabo y por tu hijo.

- Lo intento - se despegó del abrazo y se sorbió los mocos - pero no puedo, duele, duele mucho.

- Lo sé, lo sé - susurró.

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Mientras tanto un omega con aroma a vainilla se aferraba a una sudadera gris de su alfa mientras su cresta deshecha era acariciada por otro omega.

- Horacio - dejó de acariciarle - tienes que comer algo.

- En un rato - escondió la cabeza en aquella prenda.

- Horacio - volvió a llamarle.

- ¡No! - le gritó.

Pogo suspiró y se levantó de la cama, no sabía como tratar con los demás.

Se acercó hasta la ventana y clavó la mirada en su alfa y en el rubito que éste abrazaba.

Le dolía que la que llamaba familia se estuviera desmoronando con el paso del tiempo.

Él ya había sufrido el estar lejos de su familia, ya sabía lo que era ese dolor.

Un mensaje le sacó de sus pensamientos.

Contacto no registrado te ha enviado un mensaje.

Miró la bandeja de notificaciones y rápidamente entró en el chat.

¿Quieres encontrar a tu familia? 

¿Quién eres?

Eso no importa ahora, te espero en el pico de la montaña brina a las 0:00.

Bien.

Miró la hora en su móvil, las 18:30, aún tenía tiempo.

- Perdón por gritarte antes -  se acercó a él el otro omega.

- No te disculpes - guardó el móvil en su sudadera violeta de rayas blancas.

- Los hecho de menos - sus ojos se volvieron a cristalizar.

- Yo también, yo también.

Una misma pregunta rondaba por estos cuatros chicos.

¿Qué les había pasado a Carlo y a Gustabo?

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Ya tenemos prólogo wiii.

Como que he tardado mucho en subir esto.

No quería hacerlo muy largo porque es el prólogo.

Uff espero que os guste.

Va con todo mi amor.

Ya sabéis, nos leemos.

Att: Misha.

Freccia rotta [Gustoni]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora