- 8 - Verdades que duelen.

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"1885 palabras"

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Hay momentos en la vida en la que uno se replantea todo, cada una de sus acciones por pequeñas que sean, momentos en los que te pones a pensar en lo que harías si pudieses volver atrás en el tiempo.

Si pudiese volver atrás en el tiempo volvería sin duda al momento en el que me arrebataron a mio angelo, me quedaría a su lado y no permitiría que pasase lo sucedido aquel día. Lo malo de todo esto, es que no podía volver atrás en el tiempo, vivía en el ahora y Gustabo era responsable de mi mala vida, de toda la mierda en la que estábamos metidos yo y Carlo. No tenía una buena vida, quiero decir, si tenía estabilidad económica pero también muchos enemigos, tal vez demasiados en mi preciosa Italia.

Paseé mis dedos entre mis hebras rubias y me recosté sobre la encimera de la cocina, la cabeza me iba a mil y la opresión en el pecho que tenía desde hace días no se iba, es más, con el pasar de los días se hacía más y más difícil vivir con ese dolor. No iba a aguantar mucho más.

Era un alfa de mierda, eso estaba bastante claro, también era un líder de mierda, no había podido proteger a los míos y por mi culpa se habían llevado a Gustabo y a Carlo.

Mi omega y mi hermano.

Horacio llevaba varios días metido en el desván, solo dejaba que Volkov se acercase a él y este se estaba comenzando a desesperar ya que el chico de cresta no quería ni comer y su aroma a vainilla solo denotaba ansiedad por todos lados, lo que hacía que mi nariz picase ante tal angustia.

Seguían vivos, era lo único que sabía con certeza ya que lo sentía por los lazos, los lazos de la familia que cada vez se debilitaban más y más con el paso de las horas.

El señor Whitman nos había dado el número de Roy, un alfa distribuidor de armas conocido en varios países, al parecer un viejo amigo de Conway. No sabía que tenía que ver con mi abuelo o de que lo conocía pero si tenía información de mi familia tenía que ponerlo de mi parte.

Jack Conway era otro tema, sabía que me culpaba de todo y en sí era verdad, todo era culpa mía y su hijo estaba en peligro por ello, nunca tendría que haberme acercado a él, nunca. Pero como no hacerlo, Gustabo era como una puesta de sol, era aire limpio, era, simplemente era mi todo y ahora no tenía nada. Estaba solo, completamente solo.

Una mano se posó sobre mi hombro y me sobresalté, era Conway, sabía que me miraba fijamente aunque llevase aquellas gafas oscuras, suspiró, parecía cansado, yo también lo estaba.

- No sé porque tengo que hablar con el chupapollas del Calavera ahora. - se masajeó la sien - Espero que valga la pena, solo quiero encontrar a mi hijo de una puta vez, solo quiero encontrarlo ya. - su tono sonó triste, muy triste.

Normalmente Conway era enfado y café, pero ahora era azul, completamente azul, se había cansado de estar enfadado y solo podía estar triste. Era un padre que acababa de perder a su hijo y no sabía donde estaba.

Quizás solo me había estado centrando en mi propio dolor y había estado descuidando el dolor de los míos, quizás había sido un poco egoísta en ello o quizás no.

Había perdido a mi hijo, a mi compañero de luna y a mi hermano.

- Vamos a encontrarlo, queda poco. - le intenté animar y le sonreí sin mostrar los dientes.

Tiré todo lo que me quedaba de dolor y lo enterré, se había acabado la etapa de sufrir, pillé los cachitos que quedaban de mi y me despojé de los trozos cortantes que me dañaban.

Freccia rotta [Gustoni]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora