- 1 - Nieve teñida.

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"1684 palabras"

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1 semana antes...

•Mansión Gambino, Venecia (Italia)•

Los suaves cuchicheos y risas de un alfa rubio cenizo y un omega de cresta resonaban por toda la mansión.

Estaban haciendo el desayuno mientras hablaban tranquilamente o se hacía bromas entre ellos, todo ello sin hacer mucho ruido para no despertar al omega rubio que descansaba en su habitación.

Subiendo al piso de arriba, concretamente entrando a cierta habitación con puerta blanca, se encontraba aquel omega rubio el cual se removía en busca de algo o de alguien.

¿Pero el qué?

Narra Gustabo:

- Mgh... - enterré la cabeza en la almohada e inhalé el suave aroma que desprendía.

Menta.

Abrí los ojos enfocando mi vista en las cortinas negras con detalles en dorado que protegían las ventanas de la luz del día además de darles su toque elegante.

Aún tenía sueño, pero tenía la impresión de que había dormido 12 horas. Hubiera seguido durmiendo de no ser por el ruido que hizo mi estómago, tenía hambre.

Me quité las sábanas de encima y abandoné las comodidades de mi nido con cuidado de no destrozarlo.

Me puse una sudadera blanca que había en el suelo y que casualmente combinaba con mis pantalones holgados negros.

Salí de la habitación cerrando la puerta según salir, no quería que se colara ningún intruso en mi nido. Bajé las escaleras mientras me frotaba un ojo con una mano y caminé hacia la cocina, justo de donde procedían los murmullos y las risas.

Según entrar el olor a tortitas inundó mis fosas nasales, por lo que me deleité por aquel olor y carraspeé para que los intrusos de la cocina me hicieran caso.

- ¡Gustabo! - chilló Horacio apartando las manos del alfa de su cintura y acercándose a mí - siento haberte despertado.

- Ah, no te preocupes - le miré y después enfoqué la vista en el alfa que le daba la vuelta a una tortita - me desperté solo.

- ¿Tienes hambre? - me agarró de la mano y me arrastró hasta dentro de la cocina sentándome en un taburete.

- Bastante, la verdad - sonreí.

- Hice tortitas - dijo el de cresta pero un carraspeó le interrumpió - Bueno, hicimos.

Me aguanté la risa y empecé a jugar con los cordones de la sudadera.

- Bien, tortitas por aquí - llegó Carlo a mi lado con un plato de tortitas con sirope de chocolate, frutos secos, nata y una bola de helado de vainilla.

Miré embobado la comida y sentía como se me caía la baba, resulta que sí tenía mucha hambre, reí internamente por mi comentario.

- Después soy yo el que lo consiente - se cruzó de brazos el de aroma a vainilla.

- Tengo que consentir a mi sobrino, después de todo soy su tío favorito - sonrió el más mayor de los tres.

- Pero si su tío favorito soy yo - frunció el ceño - yo le voy a llevar de compras, le voy a enseñar lo básico para encandilar a cualquiera y a ser una perra divaza.

- No pelien - dije llevando un trozo de tortita a mi boca.

¡Dios! ¡Sabía a gloria!

[...]

Freccia rotta [Gustoni]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora