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El patrón volvía a repetirse, al igual que cada viernes por la noche ella se encontraba allí, en el mismo sitio, exactamente a la misma hora, repitiendo sus movimientos casi como si estos siguiesen un guion en particular, como un buen actor interpretando su papel.

Su intensa búsqueda estaba empezando a generar una gran irritación en su interior, volver a casa con las manos vacías no era el plan que tenía en mente, pero lastimosamente ese fue el resultado de cada uno de sus intentos previos.

Al igual que en cada ocasión se encargaba de ingresar al sitio de la forma mas desapercibida que le fuese posible. Las instalaciones del lugar eran lo suficientemente grandes como para que no fuese difícil lograr su objetivo.

Contaba con la habilidad de un felino para camuflarse en medio de la selva con el objetivo de cazar a su próxima presa, sin dudas así se sentía cada vez que tomaba asiento en una mesa lo suficientemente alejada, pero no tanto como para impedir que su vista se posara en cada una de las personas que concurrían cada noche.

El fuerte sonido de la música estrellándose contra sus oídos causaría algún tipo de problemas en un futuro, pero aquel detalle poco le importaba, algo mayor estaba en juego y no se rendiría hasta obtenerlo.

A esta altura reconocía varios rostros que frecuentaban aquel sitio, se preguntaba como podría parecer entretenido para una persona acudir al mismo sitio una y otra vez. Debía admitir que la música era buena y pocas veces ocurría algún conflicto, quizás aquel motivo era el cual provocaba que uno encontrara cierto tipo de comodidad y familiaridad, muchos de ellos concurrían en grandes grupos de amigos, de cierta forma era un lugar seguro.

Siendo completamente sincera no podría juzgar a esas almas adolescentes ahogadas en copas de alcohol, a fin de cuentas ella se encontraba haciendo exactamente lo mismo, pero con una gran diferencia, ella tenía un objetivo, luego de conseguirlo podría volver a su vida normal, o bueno, a su vida.

Desde aquel 23 de septiembre sus pensamientos no dejaban de divagar, de crear cientos de escenarios en su cabeza, escenarios que anhelaba recrear en algún momento de su vida. En ellos el mismo rostro se reflejaba a su lado una y otro vez, aquel rostro amable y con una sonrisa que dejaría a cualquier persona sin aliento.

Su voz podría compararse con una melodía encantadora, la cual provocaría que con el simple hecho de escuchar unos segundos de aquel sonido, cayeras en un encanto el cual te condenaría eternamente a correr tras ella.

No se detendría a describir cada pequeño detalle de sus facciones, ya que las palabras no serían suficientes para lograr una descripción a su altura.

Su pequeño mundo de fantasías se derrumbaba al caer en cuenta de que a pesar de su gran insistencia y perseverancia, continuaba fracasando una y otra vez.

Ese día fue la primera y última vez que la vio, desde aquel 23 de septiembre no volvió a coincidir con ella, y eso la estaba enloqueciendo.

Con mucha cautela dirigió sus pasos hacia uno de los sitios mas apartados del lugar, tomando asiento y colocando su usual vaso de whisky sobre la mesa, una pequeña pero suficiente cantidad para mantenerla atenta y con sus ojos bien abiertos el resto de la noche.

Observó su reloj, este marcaba la una y media de la madrugada, sus manos repitiendo movimientos inconscientes sobre su pierna en señal de impaciencia, no era posible que nuevamente regresara a casa con las manos vacías.

Dos, dos y media, tres, contaba cada minuto, en su mente comenzando a buscar una nueva alternativa, alguna forma de facilitar su plan y dejar de perder el tiempo.

¿Debería rendirse?

Por una fracción de segundos esa pregunta ocupó sus pensamientos, pero aquello no duró mucho tiempo.

Al levantar la vista nuevamente hacia la pista de baile sus ojos se centraron en un figura en medio del lugar, bingo.

Una sonrisa perversa comenzando a formarse en su rostro, era su última oportunidad y esta vez no la desaprovecharía.

Psychopath-JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora