Mi pequeño bebé.
Tú no mereces nacer en esta vida tan cruel. Mereces algo mejor, pero no puedo dartelo, así que no debo traerte a este mundo si no te puedo garantizar una felicidad sin miedo.
Llevar su sangre te condenará por siempre.
Los días se volvieron confusos. La nueva dulzura del albino hacía la azabache le hizo sentir gran extrañeza, ya que él no la tocaba, ni forzaba a nada, sólo existía a su alrededor.
Llegaba a la mansión, iba hacía ella, besaba su estómago aún plano, acariciaba su cabello y se acostaba a dormir para hacer lo mismo al otro día. Se volvió raramente rutinario. Como si ya tuviera todo lo que quería, por lo que no causaba más daño, sin embargo, todavía mantenía cautiva a Kagome; psicológicamente, continuaba jugando con ella.
Todo se convirtió en algo tan... doméstico. Pero la verdadera personalidad de Sesshomaru no podía evitarse, de vez en cuando notaba que la veía con una intensidad insana cuando pensaba que ella estaba distraída. La obsesión yacía allí, cubierta con piel de cordero, lista para dejar salir al lobo en cualquier momento.
Nada estaba bien. Aunque él le hiciera creer que ahora lo estaba, nunca dejó de ser una bomba inestable. Nunca habría una armonía prolongada a su lado.
—Sesshomaru —llamó desde la cama, cuando él se estaba colocando la corbata.
El mediodía se acercaba, y aunque era solo un día más para Kagome en aquel encierro, Sesshomaru tendría que irse todo el día al tener reuniones importantes a las que asistir después de cancelarlas tantas veces.
—¿Hmm? —musitó, mirandola a través del espejo.
La veía radiante tras enterarse de su embarazo. Como su tuviera un brillo natural gracias a la vida que estaba gestando. Y aunque la imagen lo excitaba, no iba a cometer el error de tocarle una hebra, preocupado de estresarla.
—¿Recuerdas el día que tu madre vino, hace tres semanas? — La mención de su progenitora lo tensó —. Prometiste darme un premio si me comportaba, ¿puedo reclamarlo ahora?
El albino se giró, contemplado sus palabras antes de asentir, mirandola con atención.
—¿Qué es lo que deseas? —cuestionó, dispuesto a cumplir con su promesa.
Kagome lo miró pensativa, aunque a la vez parecía avergonzada, mirando hacía otro lado de la habitación antes de decir:
—Un pastel —dijo, evidentemente avergonzada.
Sesshomaru abrió los ojos sorprendido por el inocente pedido, y a su vez, fascinado por la nueva expresión tan natural en la azabache, algo que no veía desde hace mucho tiempo. Fue un flechazo directo al corazón, convirtiéndolo en alguien tan dispuesto a complacer.
—¿Quieres alguno en especifico? — Por fuera mantuvo la calma, pero por dentro se sintió un cachorro desesperado por su dueña.
La azabache asintió, lamiendo su labio inferior al volver su vista hacía el hombre serio.
—Kaede se especializa en chiskey, así que me gustaría ese. Con una cereza encima... por favor —susurró lo último, frunciendo el ceño.
Su comportamiento era adorable, lo que odió de sí misma. Era dócil, tranquila, pero su mirada obtuvo un fuego ardiente que demostró una lucha interna con su nueva personalidad. Aún así, eso fue una de las cosas que logró mantener la paz entre ellos.
—Se lo pediré —aceptó contemplativo, no perdiendo el tiempo en salir de la habitación.
Kagome se miró al espejo cuando estuvo sola, viéndose tan doméstica sentada en la cama, con un vestido celeste, casi blanco que le provocaba pura comodidad. Tiró la tela hacía atrás para que quedase apretado a su cuerpo, viendo con una mirada afligida como un pequeño bulto comenzaba a crecer.
ESTÁS LEYENDO
She's |Sesshome| |Libro 2#|
Fanfiction|Libro 2# de: "He's"| Su mente funcionaba rápido, pasando mil cosas por su cabeza, pensando en cómo derrotar al diablo mientras era cautiva de él. Sin embargo, lentamente, la azabache va perdiendo la cabeza. ¿Podrá volver a ser quien era?