༒Capítulo 5: "Sunflowers"༒

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|Un capítulo bastante suave, ¿o manipulativo?|

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Por primera vez, sentí que algo en mi se rompió. Y tuve mucho miedo.

Lo abracé con fuerza mientras él me pedía que lo amara, con aquella voz tan rota que incluso afectó mi mente, como si él fuera la única gota de agua en el desierto, atrapandome gracias a mi desesperación. Sin embargo, había historia en su súplica, una muy larga de la que principalmente no iba dirigida a mí, pero terminé siendo la dueña de sus palabras.

¿Cómo puedes amar a un monstruo? No puedes.

Tomando distancia entre ambos, la azabache sintió una opresión en su pecho cuando vió la mirada pérdida del hombre, aquella que varias veces tuvo en sí misma. Tal vez era su empatía o estupidez, pero sintió pena por el peli-blanco, algo de lo que se obligó a sentir jamás.

¿Cómo puedes amar a una persona rota? No puedes.

En un silencio lleno de tensión, Kagome pudo observar como una sola lágrima se deslizaba por la mejilla de Sesshomaru, siendo esa la primera vez que lo veía hacer tal cosa sin que el orgullo interfiera.

¿En qué clase de persona te conviertes cuando ya no puedes más y cedes ante la maldad?

Exhalando, como si estuviera apunto de cometer el pecado más grande, acercó su rostro al del hombre, sellando sus labios con un casto beso, el cuál tomó desprevenido al peli-blanco, quien nunca esperó que la chica iniciara algún tipo de contacto físico, sin embargo, devolvió el afecto de inmediato, disfrutando el momento tanto como le fuera posible.

Donde las lágrimas dejaron de ser especiales y solo se volvieron una rutina.

Con labios anhelantes, el beso subió de nivel, volviéndose apasionado, pero sin dejar que esa pizca de dulzura se perdiera. Manos ansiosas recorrieron el cuerpo de ella, mientras la azabache se sentaba en el regazo del mafioso, ninguno de los dos deseando interrumpir el beso.

Donde el dolor dejó de sentirse como tal, y solo es algo que usas para hacerte sentirte viva.

Sin embargo, fue Kagome quien se apartó, respirando agitada, queriendo decir algo antes que su cuerpo tome el control total y deje que sus instintos la guien.

Por favor, hazme sentir bien —pidió en un susurro contra su boca. Voz quebrada y labios temblorosos, suplicando ser amada, adorada, bajo su consentimiento por primera vez en mucho tiempo, sin desear sentirse una muñeca reproductora.

¿En qué clase de persona te conviertes cuando... te aferras al diablo para no perder tu alma?

En silencio, Sesshomaru le prometió con su mirada el mundo antes de volverla a besar con pasión, eufórico por haber sido correspondido y deseado. Apenas perdió el tiempo en quitarle la ropa, concentrado en adorarla como la diosa que era mientras ella le permitía cada toque, cada beso, cada embestida; lenta y profunda.

¿Acaso ya he perdido mi humanidad?

Gemidos bienvenidos resonaron en el cuarto, junto con una serie de jadeos masculinos. Por primera vez, no hubo llanto de por medio, ni forcejeos bruscos, fue un alivio triste dada la situación.

¿He dejado de ser humana por cansarme, por haberme rendido?

Arañó su espalda, abrazando su cuerpo como si su vida dependiera de ello cuando sus piernas se enredaron en las caderas de él, temblando de placer. Aquellas marcas causarían un deleite visual cuando el hombre las notara.

¿He dejado de ser el orgullo de mi madre por esto?

Soltó un último gemido, apretando sus paredes alrededor del miembro cuando liberó su orgasmo, disfrutando aquella sensación de la que tanto se negó a sentir libremente antes, sintiendo con cierta satisfacción como Sesshomaru trataba de superar su propio clímax encima de su cuerpo.

¿He fracasado como hija?

Lo odió. Era tan hermoso que lo odió con todo su ser, no queriendo ni siquiera mirarlo las primeras veces, no como lo estaba haciendo ahora, embobada por la belleza que irradiaba incluso cuando acababa de superar una larga sesión apasionada.

¿Qué es lo que estoy haciendo? Se preguntó, dejando otro casto pero rápido beso en los labios del hombre, quien la veía fascinado.

—¿Me amas? —preguntó, aún bajo su cuerpo, cautiva por los fuertes brazos que se presionaban contra el colchón a los lados de su cabeza.

—Lo hago —admitió sin pensarlo, como si estuviera bajo su hechizo.

¿Soy una decepción por desear que sea mío?

—¿Eres mío? —cuestionó, dejando que las palabras salieran sin pasar primero por su moral o consciencia.

Aquella mirada dorada era tan intensa y penetrante que sintió como incluso podría ver su alma si quisiera, sin embargo, con el tiempo, pudo contener la mirada sin sentirse intimidada. Era un Dios griego, pero hasta Hades era más misericordioso que el hombre frente a ella.

Él no es el príncipe que mamá quería para mí.

—Soy tuyo —declaró, movimiento levemente las caderas para sacar un pequeño quejido de sobreestimulacion de parte de la azabache.

Él es el monstruo con el que ella quería que luche.

—Mi cachorro obediente —afirmó, acariciando su largo cabello blanco que caía como una cascada en sus costados, mirándolo con la misma intensidad que él a ella.

Eso causó una ola de sensaciones diferentes en el hombre, extasiado por el rumbo que estaba tomando la situación, creyendo que la terquedad de Kagome jamás caería. Ella parecía ver las cosas de una manera diferente, sin embargo, eso no significaba la victoria completa.

—¿No has tocado a ninguna otra mujer este último tiempo? —preguntó, a pesar de haber visto a nadie más haber pasado por ese espejo.

—No —confirmó — Sólo tú —aseguró, dejando caer su cuerpo para acostarse encima de ella, dejando su cabeza en su pecho mientras Kagome se encargaba de acariciar su cabello.

Perdóname si te he decepcionado, madre.

—¿Entonces dónde están las otras? —continuó, mirando el techo.

Hubo una larga pausa, haciéndole creer que la azabache que el hombre se había dormido, sin embargo su voz ronca se escuchó poco después.

—En el jardín.

Al principio no lo entendió.

—¿En el-? — Entonces el foco se encendió.

Oh.

Pero, madre, situaciones drásticas requieren de medidas drásticas.

Los girasoles. Aquella única cosa que siempre le pareció hermoso de la propiedad, por más aterrador que fuera su significado, era lo único que le traía paz. Verlo iluminaba sus días oscuros, por lo que un jardín lleno de sus flores favoritas que se abrían a la luz del sol, le daba ese pequeño brote de esperanza por alguna razón. Pero ahora, de repente dejaron de ser sus favoritas, dejandola en las sombras de nuevo al saber que era lo menos bonito del lugar.

Eran solo una bella fachada para cubrir el verdadero caos del dueño de esa propiedad. Así como lo fue el espejo, lo fueron los girasoles; debajo había nombres, edades.., mujeres. Raíces aferrandose a sus cuerpos en putrefacción.

Él es el villano que me quitó a mi princesa, debes de entenderme...
Tengo que sobrevivir.

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—Kuikuiry.

Lo siento, sé que fuí bastante floja en la narración de este capítulo.

She's |Sesshome| |Libro 2#|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora