III. El merodeador

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El sonido de su teléfono hizo que Horacio se despertara de golpe, sobresaltado y apuntando a la nada con la pistola.

Soltó un suspiro bajo al ver la pantalla iluminada que marcaba siete llamadas perdidas de Greco y que no habían pasado ni dos horas desde que se acostó a dormir.

El móvil volvió a sonar, Horacio deslizó y respondió la llamada, escuchando la voz de Greco demasiado ahogada por el eco.

— ¿Greco? ¿Dónde estás?

— Te mandé la ubicación por WhatsApp, Hache. Es mejor que vengas a ver esto.

— ¿Otro asesinato?

Escuchó un suspiro pesado al otro lado de la línea.

— A dos calles de dónde se están quedando.

De inmediato su mente recordó que alguien los había estado espiando. El asesino se tomó el tiempo de ir y observarles.

Al llegar a la escena todo fue más de lo mismo, pero en esta ocasión un hombre de mediana edad descansaba sobre sus pulcras sábanas blancas, con los ojos y boca abiertos, los brazos extendidos y las piernas juntas. El hombre también había recibido múltiples puñaladas que, a pesar de las sábanas blancas, no había rastro de sangre en ellas.

El asesinato había sido en el pasillo y el asesino tuvo oportunidad de trasladar el cuerpo hasta la habitación, cuidando de no manchar demasiado las sábanas.

Entrevistar a los vecinos fue algo que hicieron después de haber acordonado la zona y levantado pruebas, regresando al CNP al rededor de las cinco treinta de la mañana.

— Como dato extra, Hache. Stayin Alive sonaba por los altavoces de la casa. El asesino dejó la canción para que se reprodujera una y otra vez hasta que llegamos.

Greco se dejó caer en el asiento detrás de su escritorio, con un sonoro bufido.

— La tormenta debió esconder los gritos si es que hubo o, por lo menos, los ruidos que se pudieron producir.

— ¿Por qué matar a dos calles de dónde están ustedes?

Hache sonrió de lado, tenía los brazos cruzados y miraba por la ventana que daba a la calle; la lluvia había cesado pero en el cielo las nubles grises seguían ocultando la salida del sol, dando la impresión de que en cualquier momento volvería a llover.

— Sabe que llegamos y quiere jugar. –Dijo sin más.








[•••]






10:30 am

Martes.

Sede del CNP.

Los Santos.

— Las personas se están comenzando a asustar, Greco. Tenemos que hacer el comunicado hoy mismo.

Estaban en la oficina del comisario, papeles frente a ellos, fotografías y el posible perfil del asesino -aun sin el rostro- sobre la mesa.

— No quiero que comience el pánico.

— Es que el pánico ha comenzado ya, ¿Has visto Twitter? ¿Facebook? La gente no es ciega y mucho menos tonta, si no hacemos el comunicado ahora se nos echarán encima.

Greco iba a decir algo, seguramente alguna negativa o excusa para no dar a conocer al asesino, cualquiera que fuese su respuesta, no pudo decir nada porque una voz los interrumpió.

— Estoy de acuerdo con el agente, comisario Rodríguez. Es prioridad informar a los ciudadanos la clase de animal a la que nos enfrentamos.

Alto, demasiado alto diría yo, fornido, espalda ancha, piel blanca, cabellos grises y... Joder que hombre.

Olía riquísimo.

El hombre cerró la puerta detrás de él, mirada profunda y rasgos serios. Caminó hasta la mesa, dejando un par de carpetas sobre esta y se giró hacia Horacio.

— Comisario Viktor Volkov. –Habló el alto con voz ronca.

Horacio se puso de pie y estrechó la mano del comisario.

— Hache, director del FBI.

Volkov asintió, se soltaron las manos y se dió la vuelta, saludando con la cabeza a Greco.

— Entonces ya está –habló el de barba
—, haré todo lo necesario para el comunicado.

— Lo antes posible, Rodríguez.

Después de poner al tanto al comisario Volkov sobre el último caso, este puso al tanto a Hache sobre la situación en el CNP.

Greco era el que se quedaba al mando si Volkov no estaba, por lo que, al tenerlo de vuelta, sus tratos serían directos con él, pasando a Greco a un segundo plano, aunque el caso lo había empezado Greco, así que decidieron que también tendría que cerrarlo.

— En otras noticias, –habló Volkov. Hache estaba revisando el perfil del asesino y los informes forenses, tratando de encontrar pistas que tal vez pudieron haber dejado pasar. La voz de Volkov se escuchaba en segundo plano. — The union cayó. Esos hijos de puta me dieron batalla.

— ¿Todos? – preguntó Greco.

Volkov negó. — Pogo huyó. Estoy seguro de que ahora mismo está escondido en algún lugar de Tijuana.

— Bueno, no es nuestra jurisdicción. Si se mete en problemas la policía mexicana...

— Si se mete en problemas pediré la maldita extradición, Greco.

El de barba asintió, se puso de pie y salió de la oficina sin decir una sola palabra.

Volkov soltó un suspiro pesado, se puso de pie, caminó hasta la máquina de café dentro de la misma oficina y regresó a su lugar, comenzando a leer los informes del forense.

Genial, se iba un par de meses a los angeles para desmantelar una jodida mafia y de regreso se encontraba con un asesino serial aterrorizando los santos.

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⏰ Última actualización: May 26, 2022 ⏰

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