Prologo

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Si algo he comprobado en lo poco que tengo de vida es que sin importar cuantas veces la vida me golpee, cuantas veces desee solo morir, los cierto es que no es tan fácil.

Tratando de mantenerme consciente mientras la fuerza abandonaba mi cuerpo rápidamente, frente a mi lo que solía ser mi brazo derecho todavía se aferraba con fuerza a la espada que me regalo mi padre.

A mi costado lo que parecían ser mis órganos se esparcían sobre el suelo debajo de mí.

Sabía que no tenía escapatoria, estas eran heridas mortales y aun así, mi cuerpo se negaba a morir, tomando otra bocanada de aire esperando que no fuese la última, reunía toda la voluntad que me quedaba para levantarme.

Me convencí a mí misma de que este no podía ser el lugar de mi muerte, pero era inútil, simplemente no podía moverme.

Mis parpados se sentían cada vez más pesados y ya no podía enfocar la mirada.

Lo que hace unos momentos parecía un ser una estruendosa batalla parecía haber terminado, dejando en cambio un silencio espectral, el ganador se acercó a mí para decir algo que no logre entender.

Entonces este ser se acercó mí y pude sentir su respiración en mi oído.

- Dime, ¿te gustaría vivir?

Quería responderle que sí, pero cuando volví a obligarme a tomar otra bocanada de aire mis pulmones lo devolvieron inmediatamente, junto a la poca sangre que podía quedarme en ellos.

Ya era muy tarde.

Mire a los ojos dorados de esta fascinante e imponente criatura, intensos como el sol de verano, contrastando con su largo cabello negro, si esta iba a ser la última cosa que verían mis ojos no estaría nada mal llevarme esa imagen a la tumba.

Pude sentir como mi corazón dio un fuerte retortijón como protesta a su ultimo latido y cerré los ojos a la fría sensación de la muerte.

Sentí una profunda calma en el instante en el que mi cuerpo perdio toda sensación.

Perdón mama, papa, no pude vengarlos, pero parece que si podre reunirme con ustedes después de todo, ojalá me hayan guardado un lugar a donde quiera que uno vaya después de morir.

Las ganas de llorar y mis frustraciones se desvanecieron junto con mi dolor y mi cansancio.

Imágenes de mi infancia comenzaron a venirme a la mente.

La primera vez que mi papa me levanto y coloco en sus hombros para luego fingir que era un caballo, cuando mama me cantaba para dormir e incluso las veces en las que mi hermano menor me perseguía a todas partes imitando cada cosa que hacía.

No quiero morir.

Si muero no quedara nadie que los recuerde.

Mi padre, un hombre fuerte, con un corazón noble, que aunque estricto a veces lloraba a su familia mientras tomaba una copa de vino y le contaba a mama los mismos cuentos entre risa y llantos.

Mi madre una mujer hermosa, cariñosa y también estricta, en especial con papa.

Mi hermano menor, aunque tonto daría su vida por mi sin pensarlo dos veces.

De verdad los ame a todos.

Un repentino golpe en el pecho me despertó, el dolor era intenso como si me hubiesen atravesado el pecho con una espada al rojo vivo, me faltaba el aire, pero luego de sentarme un momento el dolor desaparecio dejando solo los intensos latidos de mi corazón, el cual latía descontroladamente como si hubiese recien despertado de una pesadilla.

Mis dos manos se aferraban fuertemente a mi pecho y costado ambos sin rastros de herida alguna, todo parecía haber sido solo un sueño.

Pero a mi lado se encontraba ese ser alado de ojos dorados que parecía ser de otro mundo, al verme a los ojos por un rato solo me dijo.

-Debemos hablar.

Contra el cielo y la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora