El trabajo de la profesora Rangel consistía en hablar sobre alguien importante para nosotros.
Pensé en mi familia, pero no hay mucho que quiera decirles.
Después en mi novia, aunque ahora es ex.
Y finalmente, casi sin esforzarme, tu imagen apareci...
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De lunes a viernes, durante dos minutos, contengo el aliento. Creo que hay monstruos en el techo.
No sé cuándo comencé a verlos. Supongo que nunca nadie lo sabe. Esos momentos importantes se descubren demasiado tarde de la misma forma en la que tú llegas a clases.
No es que tenga que ver con la puntualidad, es algo diferente, es más como la casualidad. Se parece a una chica de cabellos cortos, que bebe yogurt de manzana y lleva los jeans rotos.
Lo descubrí un miércoles. Ese día no llegaste. No hubo advertencia ni mensajes. Sólo un asiento vacío y mi corazón hecho un revoltijo.
Hace dos años que nos conocimos. No, si el destino hubiese sido justo, nos habríamos visto en ese pasillo. ¿Te habría reconocido? ¿Tú te habrías detenido?
No sé cómo eras en aquella época. Desconozco por qué odias las fresas y por qué te ausentas en las fiestas. Lo único que sé con certeza son esos minutos a los que te aferras.
El jueves todo volvió a la normalidad. Vi la hora en mi teléfono antes de voltear y tú empujaste la puerta al entrar, cinco minutos para la siete, igual que siempre.