04.

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Nos encontrábamos corriendo hacia la sala de computo con cinco minutos de retraso, ambos habíamos olvidado encender nuestra alarma y por primera vez en la historia Paula había decidido no practicar y se dedicó a dormir, corrimos hacia la puerta y el profesor nos dio una mirada dura y después nos dejó pasar, recibimos burlas por llegar juntos y tarde que ninguno se había molestado en aclarar.

—La próxima vez que te quedes en casa por tu maldita alarma —gruñí hacia mi mejor amigo mientras entrabamos.

—Es tu casa, ponla tú —protestó mientras nos sentábamos y golpeé su hombro, —perra.

—Gata —contraataqué y llevó su mano fingiendo una garra, negué y reí rodando los ojos, ¿Qué iba a hacer con él?.

—¿aun no terminaron jóvenes?—preguntó el profesor mirándonos y todos hicieron burla de nuevo, rodé los ojos una vez más y enfoqué mi atención en el profesor y su explicación acerca de las mitocondrias.

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Cuando la clase terminó me despedí del castaño de cabello rizado y caminé hasta la siguiente clase, veinte minutos después salí molesta por no tener la clase y caminé hasta el teatro esperando poder leer un poco, justo cuando entre detrás de mi entró el idiota y lo miré pero él me ignoró, suspiré y caminé hasta la banca, y claro, habiendo más sillas él eligió la de mi lado, dejé salir el aire y me giré para verlo, apenas comenzaba a abrir la boca se puso de pie y salió.

Idiota bipolar.

El resto del día no lo volví a ver y durante mi camino hacia casa pasé por un gimnasio que me hizo recordar el comentario de Jacob, y aunque intenté continuar caminando e ignorarlo, regresé y me escribí en la clase de Spining.


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La mañana del miércoles paso rápido y cuando el timbre sonó anunciando el fin de clases me apresuré para salir y dirigirme al trabajo.

—Hey Nora —una voz me detuvo y me giré encontrando a Jacob corriendo hacia mí.

—¿Qué pasa? Pregunté intentando sonar indiferente.

—Voy a verme con mi padre en el café, ¿quieres que te lleve? —preguntó y sonreí asintiendo a prisa, —Genial, vamos —murmuró y comenzó a caminar a mi lado, subimos a su auto y condujo hasta mi trabajo, "veinte puntos por esto" pensé y reí en mi interior, el auto paró frente al establecimiento y bajé detrás de él.

—Gracias —murmuré y negó.

—Nos vemos después —asentí y caminé hacia la entrada de servicio, coloqué mi playera y mandil y caminé hacia la cocina que era la que me tocaba esta vez. Me encontraba terminando de lavar los trastes cuando Marta entró.

—Tu padre al teléfono, quiere hablar contigo -informó y suspiré, caminé hasta la oficina, sequé mis manos en el mandil y lo tomé.

—¿Sí?

—¿Cómo estas Nora? —preguntó y fruncí el ceño.

—Viva como puedes escuchar —dije fría y lo escuché suspirar.

—¿Cómo va la escuela? —preguntó de nuevo.

—¿No podemos ir al grano y evitarnos esta incomoda charla? —pregunté.

—Nora, soy tu padre y quiero...

—Un padre que nos dejó abandonadas a mi madre y a mí, ¿lo olvidas?, un padre que tiene otra familia con la que si vive y a la que si quiere, un padre que cree que mandando dinero arreglará lo que hizo, lo tengo claro, ¿eso es todo?, porque realmente tengo que trabajar —dije firmé y él se quedó en silencio, —Saludos a su familia señor Dadario —dije y colgué el teléfono sobre la mesa, cerré los ojos y respiré fuerte prohibiéndome llorar, había llorado mucho por él antes, ya no me importaba, ya no me afectaba, "estoy mejor así", pensé y volví al trabajo.

El que se enamora pierde.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora