14.

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—¿A dónde vas? –pregunté al ver que Oliver se ponía de pie y comenzaba a vestirse, —¿Oliver? –pero él no respondió, tomó su camisa y me miró sobre su hombro

—Obtuve lo que quise Nora, no hay nada que me haga quedarme –señaló y comenzó a caminar hacia la puerta, intenté ponerme de pie pero me encontraba inmovilizada

—¡Oliver! –llamé

—No quiero que me busques Nora, no quiero que me hables, no quiero nada de ti –espetó con dureza

—¡Oliver! –chillé sacudiéndome en la cama intentando liberarme, —¡Oliver por favor! –grité de nuevo sintiendo las lagrimas salir, —¡Oliver! –me enderecé a prisa, mi frente y nunca sudadas, —pesadilla –murmuré y pasé mi mano por mi cabello, negué y sonreí recordando lo que había pasado, pero al girarme mi miedo se hizo real, la mitad de la cama vacía, —¿Oliver? –pregunté sentándome una vez más, mi habitación lucía tan limpia que por un momento pensé que podría haber sido un sueño, pero me encontraba desnuda y dolorida, busqué en el suelo su ropa o el condón que había lanzado fuera del cesto pero nada, no había nada, solo mi ropa ¿no había cumplido su promesa?, me puse de pie y tomé mi bata solo como precaución en caso de no encontrarme sola, mis pasos se detuvieron al igual que mi corazón cuando escuché ruidos en la planta baja y sonreí cuando escuché su voz

—No me importa, no quiero –su voz sonaba dura, —ya lo dije, si quieres decir algo díselo a mi abogado –terminó y el sonido de un golpe se escuchó haciéndome saltar, apretando mis brazos en la bata, corrí escaleras abajo ante la consecución de golpes

—¡Oliver! –chillé sorprendida corriendo hacia él y la pared que estaba destrozando

—¡Quítate! –gritó y aunque mis instintos me pedían correr y refugiarme me quedé abraza a él, —¡Nora vete! –a pesar de seguir exigiendo había sido más amable

—No –me negué, —quiero ayudar –aseguré y sus brazos me apartaron

—No quiero tu ayuda –escupió y negó, —solo quiero olvidarlo –señaló y cerró sus ojos

—quiero ayudar –repetí, y  sus ojos se abrieron esta vez más oscuros

—¿quieres ayudarme? –asentí y sus manos soltaron la bata de mi cuerpo, —déjame tenerte –y antes de responder algo me giró y mi pechó fue pegado contra la pared, escuché el sonido de su bragueta y mis piernas fueron abiertas con sus rodillas, miedo y deseo consumiéndome, no estaba segura de todo pero sabía que quería ayudarlo, y si esta era la manera entonces lo haría, la fuerza que me mantenía pegada a la pared fue apartada y sentí como el calor que su cuerpo emanaba sobre el mío desaparecía, me giré a prisa con miedo de haber hecho algo mal y mi corazón se estrujó al encontrar su rostro, mandíbula y ojos rojos llenos de sorpresa, coraje, vergüenza, disculpas y arrepentimiento, abrí la boca para hablar pero antes de poder decir algo se giró saliendo de casa, tomé la nata y me la amarré a prisa, corrí hacia la puerta y cuando la abrí el auto de Oliver arrancó a tanta velocidad que las llantas hicieron un escandaloso y chillante ruido espantoso, me quejé parada allí, sola y preocupada por algunos  minutos hasta que el sonido del honro me hizo saltar y caminar hacia la cocina, en el horno dos tazas de café caliente y al girarme, sobre la mesa encontré una tabla con fruta picada y pan tostado, para dos, él no tenía planeado irse, él no quería dejarme, maldiciendo en voz baja tomé un pan y caminé hacia mi habitación en busca de mi celular, a pesar de las ganas de llamarle que tenía sabía que fuese quien fuese, la llamada lo había puesto mal, y si no quería presionarlo y alejarlo, debía darle su espacio, subí el volumen del celular sólo para asegurarme de oírlo cuando sonara.

Durante el día me duche y lavé la ropa, recogí la casa manteniendo mi celular en mi bolso y revisando cada momento el no haber perdido una llamada o mensaje, pero él no había llamado, y cuando yo intenté hacerlo su celular estaba apagado, lo que me dejaba claro, él no quería hablar conmigo,  rendida caminé hacia la sala con mi bol de palomitas para disfrutar de las películas —post- noche buena que estaban pasando, cuando Santa y su hermano se reunieron y dijeron que se amaban a pesar de todo, marqué el numero de mamá esperando poder saludarla, pero como siempre, ella no respondió

El que se enamora pierde.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora