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En principio precisamente, la que le había gustado era Luciana.
Las conoció a las dos al mismo tiempo, inseparables, sin olvidar a Loreto, que iba más a su bola y apareció después. Las llamó las destroyers, porque arrasaban. Tenían toda la marcha del mundo, eran fans de casi todos los guaperas habidos y por haber. Pero en sus rostros y en sus cuerpos anidaba un ángel, algo especial.
Cuando comprendió que Luciana era diferente, más inaccesible, y que además se inclinaba por Eloy, entonces se fijó en Cinta, y ella en él. Desde ese momento todo fue muy rápido.
Enamorados como tontos.
Jamás pensó que pudiera liarse tan pronto, pero con Cinta había encontrado algo que no conocía: la paz. Por otra parte, primero todo fue un juego de adolescente. Después ya no.
Ahora Cinta no era fan de ningún grupo de guaperas. Era una mujer.
Una mujer de dieciocho años.
¿Por qué había tenido que meter la pata?
La oyó llorar más y más, haya que el viento huracanado de ese sentimiento menguó y cesó. Tuvo deseos de cogerla, abrazarla, ya sin deseo sexual, sólo porque ella lo necesitaba, pero no se atrevió siquiera a tocarla. Cinta tenía carácter.
Mucho carácter.
Cerró los ojos, y, entonces, se vio a sí mismo, y a los demás, la pasada noche, bailando.
Luciana, Máximo, Cinta, Raúl, Ana, Paco, él...
Oía sus voces.
-Vamos, total... A ver qué pasa.
-Oye, esto no será muy fuerte, ¿verdad?
-A mí me da por reírme.
-¡Ya, que te voy a creer!
-En serio.
-Mirad que como mañana me despierte en una cama ajena y no recuerde nada... Os mato, ¿vale?
-Todo depende de cómo sea él.
-¡Pero si no es más fuerte que una anfeta, cagada!
-Por eso vale dos mil cucas, ¿no?
-¡Cómoe te enrrollas!
-Venga, tía, va.
-Que no, en serio.
-Serás...
-¿Vas a ser la única que pase?
-En fin... Pero no se lo digáis a Eloy.
-A ver si es que vas a tener que pedirle permiso para todo, tú.
-Venga, venga, que vamos a arrasar.
-¿Habeis oído hablar del Special K?
-No, ¿qué es?
-¡Huy, lo más fuerte! ¡Y lo último!
-No toméis alcohol con esto, ¿eh? Te deshidratas. Y bebed agua cada hora, pero sin pasarse.
-Muy enterado estás tú.
-Hombre, hay que saber de qué va la película.
-¿Qué tal? ¿Flipa o no flipa?
-Yo no siento nada.
-¡Venga, vamos a bailar! ¡Que circule!
Santi volvió a abrir los ojos.
Jadeaba, y el corazón le latía con mucha fuerza en el pecho. No era Cinta, sino él, quien necesitaba que le abrazaran ahora.
-Cinta... -susurró.
No hubo respuesta.

Eterna felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora