Intro

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Cuando las personas te dicen que la amistad es más valiosa que el oro, tal vez tienen razón...


Que cuando el amor lo vence todo, probablemente...


Pero hay algo de lo que sí estoy seguro, la soledad no es la mejor compañía.


-¡Tengo que ir! -volví a gritarle, él no me hizo caso y siguió viéndose al espejo, arreglándose. Y lo hacía con una lentitud impresionante, como si su lenguaje corporal dijera que soy un fracasado por no salir con mis amigos y él un campeón.


Malditos hermanos mayores.


-No tienes qué, no es tu obligación. -aclaró bailando estúpidamente al ritmo de la música.


Apagué la música para que me escuchara mejor, aunque fue inútil porque la volvió a poner, después de todo, sonaba desde su celular.


-A veces creo que sólo viniste desde Inglaterra para hacerme difícil la vida. -dije cruzándome de brazos.


-¿No te dejo salir un día y ya te arruiné la vida? -se burló Irving con una sonrisa maliciosa. -Patético.


-¡Van a ir todos mis amigos! -recalqué por décima vez, en verdad tenía que ir.


-Sí, pero tienes que quedarte a cuidar a Arwyn. -aclaró, esa noche mamá y papá saldrían a cenar en su restaurante favorito, era la noche de su aniversario 26° y tenía que ser especial.


Como siempre, por ser el mayor, Irving se podía ir a donde quisiera y yo, por ser el de en medio, tenía que quedarme a cuidar a Arwyn.


-¿No me lo puedo llevar? -pregunté imitando su estúpido baile. Me volteó a ver con una mirada asesina y dejé de bailar un poco molesto.


-No, Christian. Quédate en la casa con Arwyn y compórtate. -gruñó.


Escuché que mamá y papá dijeron algo, seguramente que ya se iban, lo ignoré y el ruido de la puerta cerrándose quedó flotando en la casa.


-Yo también me voy. -anunció Irving colgándose la mochila negra y desgastada que siempre llevaba a todos lados.


Iba vestido tal y como mamá odiaba, los piercings, las pulseras con picos negras y aretes, una vez me preguntaron si mi hermano era una estrella de rock, les dije que no, pero pensándolo bien, tal vez podría llegar a serlo si se quitara esa idea de tocar el violín algún día.


¿No le bastaba la guitarra, el saxofón y el piano?


Presumido.


-¡Cuida bien a Arwyn! -fue lo último que dijo Irving antes de cerrar con llave la casa.


-¡Pues ya qué! -respondí, avanzando hasta la habitación en donde Arwyn jugaba.


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