Caballeros y Dragones

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La nieve caía lentamente, empañando las ventanas y escarchando todo a su alrededor, acumulándose poco a poco en los rincones, y a pesar de todo, estando en el NOVOCAINE sentía calor.


El sol ardiendo en nuestros rostros, la arena metiéndose en nuestras sandalias, las pesadas armaduras que nos ahogaban...


No parecía diciembre, para nada.


Nuestro mundo y el mundo real eran dos cosas diferentes, incluso los jugadores, nos comportábamos diferente cuando cambiábamos de mundo.


Las justas eran las típicas batallas de caballeros con una larga lanza de colores montados en caballos decorados, y el objetivo era tirar al contrincante. El sol que había programado Irving era abrazador, incluso sudaba, y por un momento olvidé que no podía sentir nada, que todo estaba, literalmente, en nuestra mente.


Cuando Hans se recuperó por completo de su enfermedad volvió al NOVOCAINE, y se la pasó con Zail, se veía que tenían muchas cosas de las cuales platicar, así que los dejé solos y empecé a hablar más con Annette y Vlad.


Annette se había apartado completamente de Ismael y los otros, además de que afirmaba de que con ellos no se sentía a gusto, sabía que los había dejado por el incidente de las Cruzadas.

No lo iba a culpar, ¿quién iba a querer estar con ellos después de eso?


Las justas se habían programado como si estuviéramos en un partido de soccer. El ambiente fue más ligero, puesto que era todos contra todos y al azar, un mini-juego bastante interesante.


Pero Irving me había dicho que el segundo mini-juego estaba mucho más interesante.


-¿Qué tal te fue en 1191? –me preguntó Irving cuando llegué a la casa, todos habían terminado de cenar, y eso significaba que comería solo, de nuevo. –Lo hice pensando en ti.


-Estuvo al alcance de mis expectativas. –dije sirviendo en un plato puré de papa que había hecho mamá, desde la cocina podía oír los ronquidos de mi padre en su habitación y no había rastro de Arwyn dentro de la casa.


-¿'Pero'? –dedujo Irving esperando mi respuesta ansiosamente, podía verlo en su rostro, y él podía adivinar lo que fuera con tan solo oír mi tono de voz.


Soy bastante bueno para mentir, pero no con Irving.


-No fue como lo esperaba. –traté de que mi tono de voz no demostrara lo que en verdad sentía. Pero era totalmente inútil, con él no podía finjir absolutamente nada. Era vulnerable ante él.


-¿Qué le faltó? –me preguntó seriamente, fijó sus ojos verdes en mí. Sabía que en su mente procesaba las posibilidades del acontecimiento.


Amaba las Cruzadas, e Irving estaba seguro que ese juego iba a ser un hit, pero al no serlo, le preocupó.


-Amistad.- contesté, pero él no entendió, y no estaba de humor para explicárselo.


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