🎼Capítulo 22🎼

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La historia de mi vida

Julia

—¿Por qué Zuria no se encuentra aquí? Acaso nadie le dijo que ya me rescataron —les cuestionó mirando fijamente a Samuel quien es hasta ahora la persona más cercana a Zuria. Él debería de tener noticias con respecto a lo que hace unas horas miré en televisión y de la que nadie ha dicho palabra alguna.

—Tenía unos compromisos de trabajo —responde Samuel sin ocultar su nerviosismo, provocando que a su vez Eric lo fulmine con una mirada—. Bueno no son compromisos laborales, son más bien familiares.

—Tienes su número —asiente— Quiero hablar con ella.

Me entrega su teléfono y marcó su número esperando que pueda responderme.

Me levanto de la mesa, dejando que continúen comiendo y yo me adentro a la casa, para escuchar mejor —¿Hola? —pregunto cuando escucho su voz del otro lado— Zuria, soy Julia.

—¡Julia! —se emociona—. Samuel mencionó una pequeña celebración por tu regreso, en casa de la señora Irene que ahora me siento mal por no estar ahí contigo. Me sentiría mejor si estoy contigo que en este hospital.

—Eso no importa —la tranquilizo—. Tienes que estar en ese hospital, es esa tu única prioridad por lo que verdaderamente te deberia de preocupar.

—Me siento tan mal estando aquí —se quiebra su voz—. Son apenas unas horas la que llevo sin despegarme de la habitación donde se encuentra él que me siento como una mala persona al no reaccionar como debería de hacerlo una madre. Me siento sola, mis padres no permiten que me acerque a él y lo único que puedo hacer es verlo a través del cristal de la habitación donde lo tienen.

—¿Quieres que vaya a hacerte compañía?

—Gracias. Disfruta de tu fiesta, cuando pueda darme una escapada te iré a visitar.

—Bien

—Disfruta la fiesta. Nos vemos, la doctora ha llegado. —termina la llamada y yo regreso a donde se encuentran los demás.

—¿Te dijo algo? —pregunta Samuel.

Niego, sentándome al lado de Darren. Guido e Irene levantan las cosas de la mesa. Los demás se encuentran sentados en los sillones que decoran el patio y a su vez se encuentran ubicados en una pequeña terraza frente a la piscina. El cielo se encuentra oscurecido, sólo unas cuantas estrellas se hacen presente alrededor de la luna.

—Vemos una película —Irene llega sentándose en las piernas de su novio al no haber lugar desocupado.

—No es muy noche para ir al cine —preguntó recargando mi cabeza en el hombro de Darren.

—¿Quién dijo que iríamos al cine? Me refiero a que veamos una película aquí en el jardín— ¿Guido, recuerdas cuando mi padre nos ponía películas aquí cuando éramos niños? —pregunta a su primo y este asiente.

—La abuela preparaba un tazón de palomitas de maíz que tu devorabas en menos de cinco minutos, la película aún no iniciaba y tu ya las habías terminado, así que te robabas las mías.

—Pero es que estaban tan buenas —respondió ocultando su rostro lleno de vergüenza en la curvatura del cuello de Eric—. La abuela tiene manos mágicas, cada que se encuentra en la cocina, no tienen idea del privilegio que sentimos Guido y yo al crecer con las más deliciosas comidas.

—Mis favoritos por siempre serán sus chilaquiles —mencionó recordando las varias veces que los ha cocinado solo para mí. Yo una ocasión los intente cocinar siguiendo cada uno de sus pasos, pero no quedaron con el mismo sabor a como ella los cocina.

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