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you picked a dance with the devil and you lucked out ✧ ׄ 𑂴
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Había puesto sus manos en algo que definitivamente no debería tener. Pero eso no le impidió leer página tras página del grimorio bastante sospechoso que había encontrado milagrosamente, cubierto de polvo, en el rincón más oscuro de la biblioteca, supuestamente, mágica.
Su amigo incluso le advirtió sobre algo de un libro de hechizos incompleto, escrito con sangre, y que era algo con lo que no debía meterse.
¿Y escuchó? Por supuesto que no. ¿Debió haberlo hecho? Probablemente.
Porque ahora está reducido a nada más que un desastre indefenso, patético y quejumbroso. Con la espalda arqueada, muslos temblorosos y manos enredadas en el cabello del demonio innegablemente atractivo que invocó accidentalmente, quien tiene la cara enterrada entre sus piernas, devastando por completo su masculinidad.
Juyeon lo devora sin piedad como una bestia hambrienta, alternando entre chupar y lamer, mordisqueando ocasionalmente antes de tragar toda su longitud. Sus dedos se clavan en la suave carne de sus muslos, manteniendo sus piernas abiertas.
Se mandíbula se afloja. Sus ojos vuelan hacia atrás. Su mente casi se desconecta de la realidad gracias al placer, su garganta duele pero no puede evitar gemir su nombre mientras le arranca otro orgasmo alucinante, por enésima vez esa misma noche.
Su cuerpo entero tiembla violentamente por la sobreestimulación y su cerebro se vuelve absolutamente tonto por las ondas literales de puro éxtasis que provocan cortocircuitos.
Juyeon gime acaloradamente, sus ojos oscuros y escarlatas beben su estado arruinado mientras continúa lamiendo cada pedazo de su dulce néctar.
Su boca arde contra su piel húmeda, siente su lengua trabajar contra sus muslos como un cuchillo caliente y finalmente, gime, húmedo y devastado cuando los dientes del pelinegro se clavan en su carne fuertemente. Está seguro de que lo hace sangre, porque lloriquea en cuanto puede distinguir un ardor punzante y un ligero líquido deslizándose hacia abajo.
Sin embargo Juyeon lo succiona y lo lame hasta que el dolor se suaviza, pero no sé detiene. Continúa su camino hasta el húmedo desastre entre sus piernas y lo hace llorar por la estimulación, sus caderas intentan torcerse y alejarse, pero sin éxito, ya que fácilmente lo mantiene en el lugar y procede a lamer su entrada para abrirlo unos segundos más.
Sus labios finos y afelpados, que brillan con su esencia, se curvan en una sonrisa torcida, mientras sus ojos afilados prácticamente absorben su alma con tan sólo estudiar sus expresiones, hambriento por más.
Una larga noche lo espera.
Y aunque él no es el conejito o la paloma que había pensado conjurar, ciertamente no está en ningún estado para quejarse.
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