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i don't deserve this you look perfect tonight ✧ ׄ 𑂴
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A Jacob le escocen los ojos cuando se los frota por novena vez en los últimos diez minutos, tratando a medias de encontrarle sentido a las partes desordenadas de hangul e inglés garabateadas en las páginas manchadas de su cuaderno. A pesar de la inclinación exhausta de sus anchos hombros y el ligero temblor de sus dedos delgados y marcados con tinta, respira uniformemente, un surco determinado en su frente mientras se concentra. A través de la neblina irritante que nubla su mente, es claramente consciente del agradable gorgoteo de su salvación.
Si alguien le preguntara qué piensa sobre la inflación en este momento, respondería "Café", sin dudarlo.
Distraídamente, golpea con el pie la parte delantera de la estufa, se ajusta las gafas más arriba de la nariz y toma el bolígrafo para meter notas aún más desordenadas en los márgenes del papel. Intenta no cuestionar si podrá leer esto por la mañana; eso es un problema para el Jacob del futuro.
Los segundos pasan, lo cual es un poco inquietante porque solo hay un reloj digital cerca, pero decide no insistir en eso tampoco, y no un momento demasiado pronto escucha el piadoso timbre de la cafetera. El alivio se hincha en él.
Su silla resuena contra la estufa en su prisa por sacar una taza. Se encoge ante el alboroto, pero no se molesta en revisar el electrodoméstico de acero inoxidable en busca de una abolladura. En un dormitorio con nueve chicos, todo en esta casa está condenado (incluyendo a Sangyeon y a él)
Un intento de servir café cuando apenas puede sentir sus manos está destinado a ser complicado, por lo que no debería ser una sorpresa cuando el líquido, preparado oscuro y lo suficientemente amargo como para patearle el trasero antes de que la realidad pueda patearle el trasero, se derrama por el costado de su taza.
Son estos momentos los que lo hacen odiar su preciosa vida.
Al principio, no nota que su mano aún temblorosa florece de color rojo brillante, o el, oh, mierda, eso duele.
⸺¡Oh, mierda! ¡Hey-gah, ay!⸺ Su mano golpea con tanta fuerza que se derrama más café, y su puño se estrella contra el acero del frigorífico, demasiado frío y duro para la delicada piel de sus nudillos. El calor se clava en sus nervios, se abre paso a través de cada uno para prenderlos con un dolor candente, desvaneciendo efectivamente su fatiga. Tonos fangosos decoloran su brazo en rayas, un calor latente mucho más soportable que el que lo quemaba, pero aún así desagradable. ⸺¡Maldito infierno!⸺Susurra-grita, entendiendo que son las tres de la maldita mañana y sus amigos lo van a matar si lo encuentran despierto.
