¿Seguro?

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Maldecía su suerte una y otra vez a medida que iba internándose en el oscuro bosque. Ya había logrado deshacerse de un par de alfas que se le acercaron con la intención de cortejarlo. Su objetivo era llegar al final y ver alguna ruta de escape, y tratar de regresar a su hogar sin verse involucrado con alguno de los hormonales alfas que rondaban la zona.

Recordó una técnica de camuflaje que su madre años atrás le había enseñado. Buscó un charco de fango y en él restregó su cuerpo entero, cubriendo su pelaje con la oscura y apestosa mezcla de tierra, agua y hojas. Con eso podría disimular su aroma y ocultarse hasta que las cosas se calmaran.

Encontró una cueva lo suficientemente grande para poder esconderse allí, y utilizando una rama cubrió la entrada para dificultar que le vieran dentro. Celebró en su interior al ver pasar unos cuantos lobos, y que no pudieran rastrearlo.

"Takemichi... Eres un genio" dijo recostando su cabeza entre sus patas, sin dejar de observar el exterior.

De pronto vio como un lobo que circulaba cerca se detuvo de golpe. Era como si hubiera escuchado algo que llamó su atención, pues sus orejas se movían en muchas direcciones. Takemichi trató incluso de no respirar para que el sujeto no encontrara su escondite.

"Por favor, vete" dijo nervioso sin quitar la mirada del lobo color mostaza, que ahora olfateaba el aire.

"¿Por qué demonios te escucho?" preguntó tratando de entender de dónde provenía la voz del otro chico.

Takemichi quedó realmente sorprendido también de haberlo escuchado en su cabeza. Sólo entre aquellos perteneciente a la misma manada eran capaz de hacerlo.

"Te llamas Takemicchi ¿Verdad? Sal de tu escondite, prometo no lastimarte" dijo mirando la zona a su alrededor para ver donde se ocultaba.

Entonces de manera muy sutil logró captar un dulce aroma, el que siguió olfateando el suelo hasta llegar a una cueva pequeña tapada por unas cuantas ramas, que quitó con su pata. La imagen de un asustado lobo lo puso en alerta. Los azules ojos del animal demostraban que estaba aterrado por ser descubierto. Y Manjiro tuvo razón al estar atento, pues Takemichi al verse acorralado se le abalanzó con la intención de espantarlo tal como lo había hecho con los otros alfas, y así poder escapar.

Mikey rió al ver los intentos de Takemichi por tratar de morderlo cada que se le acercaba. Incluso le parecía tierno, pues le recordaba a su sobrino cuando jugaba con él e intentaba atrapar su cola. Entonces se le ocurrió una idea para hacer que el lobo frente a él se calmara y le permitiera acercarse con confianza. Dejó caer la parte delantera de su cuerpo, apoyándose en sus codos y con el trasero en alto, moviendo su cola con energía. Sin embargo, aquello asustó aún más al otro lobo, que se recostó sobre su espalda mientras lloriqueaba, en señal de sumisión y en una desesperada acción para evitar que le hiciera daño.

"Sólo quiero jugar. Ya te dije que no quiero lastimarte" comentó Mikey recostándose en el suelo frente a él, para demostrarle que lo que decía era verdad.

Takemichi se giró sobre si mismo para quedar en la misma posición que el contrario. A pesar de que deseaba escapar, su lobo le exigía acercarse para olfatear al otro. Lentamente, y ligeramente encorvado, se aproximó al lobo mostaza para poder captar su aroma. Mikey sólo permanecía inmóvil, ya que le daba la impresión de que, si hacía un movimiento en falso, Takemichi saldría corriendo o volvería a lanzarse al suelo llorando.

"Por cierto, me llamo Manjiro Sano" dijo con voz calmada, sólo limitándose a mover sus orejas, mientras el chico lo olfateaba.

El lobo cubierto de fango se detuvo de golpe.

"¡¿De verdad eres Manjiro Sano?!" preguntó con voz temblorosa. Sentía que sus patas perdían fuerza y tuvo que recostarse en el suelo, tratando de no hacer contacto visual con el otro lobo.

Salvajes por naturaleza [Tokyo Revengers] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora