Ofrendas de paz

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Habían pasado ya dos semanas desde que la celebración de enlace había sucedido, y el líder Matsuno se encontraba desesperado por la situación de su adorado hijo.

El chico a penas salía de su habitación, y ya no lo acompañaba a las cacerías.

-Vamos, cachorro. Los muchachos extrañan tenerte cerca -decía su padre sentado en el borde de la cama de Chifuyu.

La madre del chico observaba la escena con tristeza desde la puerta. Por lo menos la peor parte ya la habían pasado, en dónde Chifuyu se negaba incluso a comer bocado alguno. Tuvieron que prácticamente meter la comida en su boca y obligarlo por la fuerza a tragarla.

Se escucharon unos suaves golpes en la puerta principal. La mujer suspiró. Sabía de qué se trataba. Ya no le causaba sorpresa que al abrir se encontrara con algún animal pequeño muerto. Al principio creía que era una broma de muy mal gusto, pero comenzó a sospechar que no se trataba de eso, pues quién se daría el trabajo de todos los días cazar animales y dejarlos en la entrada principal de la casa. Ese día había un par de perdices.

La mujer miró en todas dirección con la esperanza de encontrar rastro de quién lo habría hecho, pero como siempre, nada.

Tomó las aves y se dirigió al cuarto de su hijo para mostrarlas.

-Llegó la cena de hoy -bromeó la mujer con una sonrisa amplia, sacudiendo suavemente las perdices desde el cuello.

Chifuyu escondió su cabeza bajo la almohada. Las aves traían consigo el olor de Keisuke.

El líder olfateó el aire y frunció la nariz. Ahí estaba el olor del alfa nómade que ha estado invadiendo su territorio desde hace una semana y media.

-No sé qué diablos quiere conseguir haciendo esas cosas tan tétricas -dijo el hombre parándose para ir hacia su esposa -Pero admito que fue una buena captura. No tenía idea que teníamos perdices de este tamaño en nuestro territorio.

Chifuyu se removió en su cama, tratando de cubrirse mejor con las mantas. Esperó a que sus padres salieran de su habitación para levantarse e ir a la ventana para mirar hacia fuera. Y ahí estaba como todos los días.

El chico bufó cerrando sus cortinas. Sabía que el lobo negro seguía allí, pues su propio lobo estaba inquieto, deseando salir e ir por su compañero.

Escuchó unos rasguños en la ventana. Debía darle puntos por su persistencia al tipo ese. Abrió las cortinas y vio al gran lobo golpeando el cristal con su pata.

Chifuyu suspiró cansado. Abrió la ventana. El lobo saltó dentro de su habitación sin darle tiempo a arrepentirse.

-¿Puedes decirme qué planeas? -preguntó cruzándose de brazos, frunciendo el ceño.

"La verdad es que no pensé que llegaría tan lejos hoy" comentó sentándose frente a él.

-Ajá -respondió incrédulo.

El lobo sacudió su cola cuando Chifuyu relajó su postura. Se sintió terrible al ver lo delgado que estaba. Quizás el chico no se estaba alimentando bien, a pesar de haberle traído de comer todos los días.

"Yo... sé que me equivoqué antes. No pensé que te ofenderías tanto por algo que yo consideraba inofensivo... Lo siento mucho" dijo desviando la mirada, apegando sus orejas a su cabeza.

Chifuyu levantó una ceja aún más incrédulo. El lobo se notaba incómodo con tener que dejar de lado su gran orgullo y estar allí pidiendo disculpas.

-Yo te rechacé -dijo dándole la espalda -No entiendo porqué estás aquí.

-Ya te lo dije ese día... Somos destinados -respondió atreviéndose a abrazarlo por la espalda, apoyando el mentón en su hombro -Recházame las veces quieras, pero te aseguro que siempre regresaré a ti, porque eres mi compañero de vida.

En el preciso instante en que Chifuyu se sonrojaba por sus palabras, su madre entraba al cuarto para avisarle que la comida estaba casi lista. La mujer se dió un gran susto al encontrarse con un sujeto desnudo en el cuarto de su hijo.

-Ya sé de donde sacaste lo esponjoso, bola de pelos -comentó sorprendido sin apartar la vista de la loba blanca que le mostraba los dientes amenazante, tratando de apartarlo de su hijo.

-¡Mamá, no lo lastimes! -decía Chifuyu mientras se interponía entre ambos.

Al conflicto se le unió su padre, que al escuchar los gruñidos de su esposa corrió en su rescate. Ahora Chifuyu tenía a dos grandes lobos negros gruñéndose entre ellos y a su madre tratando de evitar que Keisuke se acercara a él. Todo eso en un espacio reducido.

-¡Basta! ¡Él es mi compañero! -dijo apuntando a Keisuke, quien asintió con un solo movimiento de cabeza.

El líder pareció hablar con su esposa y ésta salió de la habitación, regresando pronto con nuevas vestimentas y trayendo consigo una manta para el hombre.




Después del caos ocurrido en el cuarto de Chifuyu, y luego de haber aclarado la situación del rechazo y que su padre dejara atrás la idea de asesinar a Keisuke por haber hecho que su querido hijo sufriera tanto, la pareja salió de la casa para poder charlar con más privacidad.

"Mi madre no es de estos territorios. Ella proviene de un clan de tierras lejanas. Papá la conoció por casualidad en un viaje por el mundo cuando era más joven..." comentó echándose sobre una enorme roca en el borde de una pequeña laguna.

Keisuke se echó a su lado, apoyando su cabeza sobre el cuello del otro.

"Tu madre no parece...una loba" dijo en un tono suave esforzándose para no sonar ofensivo.

"Al igual que los perros comunes, los lobos del clan de mi madre fueron cambiando a través del tiempo con cada generación, adaptándose a las condiciones del ambiente. Algunos dicen que parecen perros, pero siguen teniendo el espíritu y fuerza de un lobo" dijo levantando su cabeza con orgullo, moviendo su cola alegremente.

"Y por eso tú eres una bola de pelos con mucha energía" concluyó rodando los ojos, dándole una lamida a una de sus orejas.

Chifuyu rió golpeó con su cola el suelo, cerrando sus ojos. Se sentía extrañamente bien estando en compañía del otro lobo, y aún más, recibiendo su atención y muestras de afectos.

El crujido de unas hojas secas hizo levantar la cabeza a los dos lobos. Chifuyu estaba por lanzarse a atacar, pero Keisuke lo detuvo, diciéndole que se trataba de su amigo. Un lobo negro de ojos amarillos apareció entre las malezas, olfateando el aire.

"Él es parte de mi manada" dijo echándose en el suelo, sin apartar la mirada del lobo negro.

"¿Tu manada? Pensé que eras un nómade" dijo sentándose en el borde de la roca.

"Tenemos nuestro territorio, pero nos gusta buscar problemas" respondió con simpleza.

El ojiazul resopló fuerte el aire por su nariz, llamando la atención del lobo negro, quien sólo le dió la espalda para alejarse del lugar. Chifuyu lo tomó como una falta de respeto, pero Keisuke le explicó que estaba asegurándose de que se encontraba bien, pues le había dicho que si no regresaba hasta cierta hora, fuera a buscar su cadáver en el bosque.

"Tienen un sentido del humor bastante retorcido" comentó recostándose nuevamente a un lado de Baji.

"No era broma... ¿Conoces la fama de tu padre?".

"Eres mi compañero, ya no te hará daño" dijo resoplando con su nariz.

Un aullido les avisaba que la comida estaba lista, por lo que Chifuyu debía regresar a su hogar. Keisuke le dejó ir, prometiéndole ir por él al caer la noche.

Chifuyu asintió dándole una lamida antes de correr a toda velocidad de regreso a su casa.

Salvajes por naturaleza [Tokyo Revengers] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora