PRIMER DÍA

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Me desperté gracias a los gritos de Billy, al parecer llevaba diez minutos en la puerta del baño esperando a que Max saliese de la ducha. Me incorporé en la cama y miré la hora, las 07:12, me levanté y empecé a sacar ropa de las cajas para ver que podía ponerme. Después de abrir casi todos los paquetes que tenía tirados por ahí, puesto a que no le había puesto nombre a nada y no sabía donde había metido mi ropa, finalmente encontré mi ropa y opté por ponerme un jersey negro, con rayas grises en el centro y unos pantalones tejanos anchos con un cinturón negro, finalicé mi conjunto con unas converse. Bajé a desayunar, pero en cuanto abrí la nevera solo encontré las sobras de la cena, no había ni leche ni zumos. Suspiré, cansada de la situación en la que estábamos, cogí las llaves del coche y la cartera de mi padre y me fui en busca de un super, el cual no tardé demasiado en encontrar. Compré un par de cartones de leche, una botella de zumo, café y varias pastas, lo esencial para poder desayunar en una familia de cinco personas. Volví a casa y dejé todo sobre la mesa, preparé un par de cafés, uno para mí y otro para cuando mi hermano saliera de la ducha.

—¿Has cogido mi cartera? —se quejó mi padre en cuanto vio que la sacaba de mi bolsillo.

—Sí, de nada por traer el desayuno.

—¿Es de naranja? —me preguntó Max por el zumo, yo asentí—. Me encanta, gracias.

Vi como papá cogió el café que había en la mesa, justo el que preparé para Billy, se lo quité de las manos y le dije bien claro que si quería un café se hiciese uno. Me miró con rabia e intentó sacarme la taza de las manos, por suerte apareció mi hermano y se lo di a él. Nuestro padre puso mala cara, pero no dijo nada, lo único que comentó mientras desayunábamos era que Billy debía llevarnos al instituto y traernos de vuelta a Max y a mí todos los días porque, al parecer, éramos "su responsabilidad". Me quejé porque no podría enseñar mi precioso Camaro SS 350 al resto de personas en este pueblito, además de que yo no era la responsabilidad de nadie, sabía cuidarme sola, pero por más que me molestase en decirle todo eso a mi padre, se dedicó a ignorarme, él ya había dicho lo que debía decir y lo demás no le importaba. El resto del desayuno se mantuvo en un silencio incómodo. Terminamos de comer y junto con Max, nos subimos al coche de mi hermano, que también era un Camaro, me senté en la parte del copiloto y la pelirroja detrás.

No tardamos demasiado en llegar porque a mi hermano le encantaba ir a más velocidad de la que sabía que debía. Al aparcar y salir del coche sentí todas las miradas puestas en nosotros, no era para nada incómodo, de hecho me gustaba ser el centro de atención la mayor parte del tiempo y sobre todo cuando sentía que la gente que me rodeaba era inferior a mí, y allí claramente lo eran. Max se despidió de mí y fue con su patín hasta la puerta de su colegio, que estaba al lado de nuestro instituto. En cuanto entramos noté aún más miradas en nosotros, pasé mi mirada por todos los chicos de allí y solo encontré a uno que se podría decir que era guapo. Toda su cara estaba cubierta de pecas, tenía la nariz chata y unos ojos marrones, al igual que su pelo, que además era corto. Estaba vestido con una chaqueta azul y roja y unos tejanos oscuros.

—Deberías tener mejores gustos, no pareces mi hermana —soltó Billy al ver a quién miraba.

—Al menos no me voy a acostar con cualquiera —contesté yo en defensa. Él se rio.

—Yo no me voy a acostar con cualquiera, solo con las que estén buenas.

—Gracias por darme la razón.

Billy bufó. Pasamos por al lado de una chica que tenía folletos de color naranja, demasiado llamativos, le extendió dos a Billy y él se los cogió, me dio uno y pude verlo mejor, era una invitación a una fiesta de Halloween que se celebraría ese mismo viernes, es decir, dentro de dos días, tenía ganas de ver como eran las fiestas en ese pueblo y lo mejor de todo es que habría alcohol. Mientras leía el folleto un chico se chocó conmigo, si no fuese por mi hermano seguramente me habría caído al suelo.

—Lo siento, no te había visto —se disculpó de manera amable.

—¿Querías manosear a mi hermana? —preguntó furioso Billy para después pegarle un empujón contra la pared.

El chico se quedó atónito, y la chica que iba con él saltó a defenderlo.

—¡Suéltalo! Ya ha pedido perdón, ha dicho que no la había visto.

—¿Y tú quién eres? ¿Su putita?

—Menudo imbécil.

—Será mejor que no te vuelvas a meter con mi hermano —le advertí—. Vámonos Billy, déjalo pasar, son solo un par de pringados.

Soltó al chico con rabia y le dedicó una mirada asesina como las de papá, después se giró hacia mí y seguimos nuestro camino. Llegamos a la clase y nos sentamos al fondo del todo, juntos, a los pocos minutos vimos como ese mismo chico con el que anteriormente me había chocado, entró también. Al vernos bajó la mirada avergonzado, era un pringado bastante gracioso. La clase comenzó, era igual de aburrida que el pueblo, me puse a echar un vistazo por todo el aula, las chicas tenían los típicos peinados que se llevaban en los pueblos, altos y con laca, para que se mantuviese la forma. Sin embargo, la mayoría de los chicos tenían el pelo corto, encontré entre la multitud al chico pecoso del pasillo, justo a su lado se encontraba alguien con un pelo largo que sobresalía entre la multitud, tenía un pelo muy bien cuidado. Pasé el resto de horas en mi mundo, mirando a todos sin fijarme demasiado porque no me importaban en absoluto y a veces hablando con mi hermano de cualquier cosa. Solo quería que llegase el viernes para entretenerme un poco.

STRANGER THINGS 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora