¿DEMO-QUÉ?

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Durante el camino, Steve no paraba de preguntarle qué es lo que pasaba, pero este se quedó en silencio todo lo que llevábamos de camino, negándose a decir nada y entendí que era por mi presencia. Cabreada paré el coche en seco, haciendo que ambos tirasen hacia adelante y atrás de golpe. Odiaba que me ocultaran información.

—Estáis subidos a mi coche y os estoy llevando a donde has pedido, ya podéis contarme que pasa si no queréis que os deje tirados en medio de la carretera —les advertí molesta.

Dustin miró a Steve, nervioso.

—No te lo podemos contar, no estabas el año pasado en este pueblo y por tu seguridad es mejor que no lo sepas —dijo Dustin.

—¿Es sobre eso? —preguntó Steve, el contrario asintió—. ¿Ha vuelto? —volvió a asentir—. Joder, esto es malo, muy malo.

—¿Me lo vais a explicar de una vez?

—No, no te vamos a poner en peligro.

—Muy bien, fuera del coche —dije firme, los otros empezaron a justificarse—. Fuera del coche —repetí.

—Está bien, está bien, pero que sepas que entonces te pondrás en peligro —me avisó el niño.

—Ni hablar, no vamos a contárselo.

—Nos va a dejar aquí si no lo hacemos —se quejó.

—No pienso dejar que pongas su vida en peligro.

—Ni que fuera para tanto, por favor —bufé.

—¿Crees en los monstruos?

—¡DUSTIN! —gritó Steve—, he dicho que no.

Los dos empezamos a ignorar a Steve y mantuvimos una conversación independientemente de lo mucho que se quejaba. Me explicó cosas absurdas y surrealistas que me costó muchísimo creer: una niña con poderes, un mundo del revés, un niño que se perdió en ese mundo, monstruos, come personas, muertes, muchas muertes, y un laboratorio que hace experimentos con niños. Me quedé en silencio, intentando asimilar todo lo que acababan de escuchar mis oídos, toda la historia cuadraba, no faltaban datos, solo faltaba algo de realidad en ella.

—Perdona, ¿cómo habías llamado a los monstruos?

—Demoperros —respondió con total normalidad.

—¿Demo-qué?

—Demoperros —repitió—, son perros demogorgon. Es un compuesto, como un juego de palabras.

—¿Y qué es un Demogorgon? —pregunté aún más confusa.

—Lo mismo, pero caminan a dos patas y tienen brazos, como las personas —contestó.

Miré a Steve, esperando que me dijese que me estaba tomando el pelo, pero su mirada me decía todo lo contrario, se mostraba preocupado y eso significaba que todo lo que decía el pequeño era verdad. Llegamos a la casa de Dustin y nos llevó hasta la entrada de un cobertizo construido en la tierra, la puerta tenía un candado que impedía abrirse desde dentro, no se escuchaba nada en el interior.

—¿Estás seguro de que ahí dentro hay algo? —cuestioné.

—¡Claro que sí! Y debe estar cabreado.

Me acerqué al maletero de mi coche, ellos me siguieron por detrás. Lo abrí y saqué una escopeta que solía utilizar para ir con mi padre al bosque a cazar conejos y jabalíes. Los dos se quedaron boquiabiertos y empezaron a hacer muchas preguntas al respecto.

—¿Tu tienes un monstruo en el sótano y te sorprende que yo tenga una escopeta en el coche? —pregunté con sarcasmo.

Se quedaron en silencio, me coloqué de manera que si salía algo disparado de ese lugar podría dispararle rápidamente. Dustin quitó el candado y se puso detrás de nosotros, a una distancia prudente para que no le pudiese pasar nada, después, Steve abrió las puertas rápido pero con cuidado, y de pronto aquella cosa salió de dentro del oscuro sitio. En ese momento fue cuando realmente me creí todo lo que habían dicho, porque antes de ver a ese monstruo, parte de mí pensaba que era completamente mentira. En cuanto apareció empecé a dispararle sin pensarlo dos veces, conseguí herirle, pero parecía seguir intacto. Estaba en el suelo a cuatro patas, no tenía rostro, pero lo que debía ser su cara estaba en nuestra dirección como si nos mirase, volví a dispararle, esta vez en todo el centro de su extraña cabeza, después en lo que parecía ser el pecho y por último en él lo que pensaba que era el cuello. De esa manera, finalmente murió.

—¡Dart! —gritó Dustin.

—¿Dart? ¿Esa cosa tiene nombre? —preguntó Steve.

—¡No es una cosa! Era mi amigo... —murmuró—. No teníais que matarlo, solo asustarlo.

—¿Y qué pretendías hacer una vez lo asustásemos?

—No lo sé, pero no quería que muriese.

—Bueno, ya lo he matado y no pienso pedir perdón por ello, nos he salvado la vida —dije de manera clara.

—Tenemos que encontrar a Hopper y explicárselo todo —comentó Steve—. Después iremos al laboratorio a terminar con todo esto.

STRANGER THINGS 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora