Melody Jackson es consciente que ser una semidiosa era peligroso y estar enamorada de un dios lo era aún más. Melody sabe perfectamente que las relaciones entre mortales y dioses nunca terminaban bien.
¿Acaso su historia sentimental con cierto dios...
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—— Gatito gatito
—¿De que sueños hablas Melody?— pregunto una femenina voz.
Melody salto del susto y le lanzó una mirada irritada, pero aliviada a su madrina. —carajo tía, casi me matas de un infarto— protesto la adolescente al incorporarse sobre la cama.
—Si mi hermana o tu padre te oyen hablar con ese lenguaje, te cortarían la lengua y luego se la arrojarían a los tiburones— le regañó Gianira —En fin... Venía a despertarte y a decirte... ¿que hacen tu mochila y tu arcaj sobre la cama?—
Los ojos de Melody se dirigieron hacia su mochila púrpura y arcaj que descansaban encima de la cama. Ella recordaba haber dejado ambos objetos en su cabaña.
Melody tomo su arcaj y abrió sus ojos cuando vio que estaba lleno de flechas, pero cinco de ellas sobresalían por su dorado resplandor ¿Estas son las flechas especiales de las que Apolo había mencionado? Melody recordaba que los chicos de la cabaña siete usaban flechas especiales, pero nunca había visto unas flechas tan preciosas y peculiares como estás antes.
Tendría que agradecerle a ricitos de oro por el detalle.
— ¿Apolo? Ese canalla sinvergüenza hizo esto ¿verdad?— adivino Gianira con enojo— No puedo creerlo... simplemente no puedo, primero te ata a ti con una profecía y ahora... —
La mujer apoyo su mano sobre su cabeza y murmuró una maldición en griego antiguo, que Melody apenas logró oír. Gianira estaba al tanto de la profecía que iba específicamente hacia Melody y aquella noticia no le agrado ni un poco. Conocía bastante bien al casanova de Apolo. Él era similar al antiguo titán del sol, Helios y a ambos les gustaba jugar con los sentimientos de las mujeres, engañandolas con palabras bonitas y cuando se cansaban de ellas, las deshacía como si fueran herramientas de usar y botar.
Gianira no quería que Melody sufriera lo mismo que Rodo.
A Melody le llamó la atención su respuesta. Puso a un lado su arcaj y se aventuró a preguntarle. — ¿porque detestas tanto Apolo? o mejor dicho ¿porque detestas a todos los hijos de Zeus?—
Melody podrá entender que su madrina tenga motivos para odiar al resto de los dioses olímpicos, en especial al dios de los cielos por condenar a muerte a sus hijos recién nacidos únicamente porque creía que uno de ellos iba a ser más poderoso que el mismísimo Zeus, pero seguía sin comprender porque metía a todos sus hijos (excepto a Dionisio) en esa lista. Los ojos verdes de la nereida hicieron un tic furioso tras la mención del rey de los dioses.
— Melody, no vuelvas a mencionar el nombre de ese dios. Ya bastante tengo con lo que tengo por su culpa— le espetó entre dientes.
