15- Mr D saves the day

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                  —— El señor D salva el día                       

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                  —— El señor D salva el día
                       


















  — Avísame cuando esto haya terminado — le dijo Thalia a los hijos de Poseidon, apretando los párpados.

Las estatuas los sujetaban con fuerza, no podían caerse, pero aún así Thalia se aferraba a su brazo de Bronce como si le fuera la vida en ello.
  — Descuida Thals, todo va bien — le tranquilizó Melody.

— ¿Volamos muy alto? —

Percy miro hacia abajo. A sus pies desfilaba a toda velocidad una cadena de montañas nevadas. Percy estiró una pierna y le dió una patada a la nieve de un pico.
 — No — le aseguro a Thalia — No tan alto —

— ¡Estamos en la Sierra! — grito Zoë. Ella y Grover volaban en brazos de la otra estatua — Yo he cazado por aquí. A esta velocidad, llegaremos a San Francisco en unas horas —

— ¡Ah, que ciudad! — suspiro el ángel que llevaba a Thalia y a los hermanos Jackson — Oye, Chuck, ¿porque no vamos a ver esos  tipos de monumento de mecánica, ese grupo escultórico de bronce que hay en el centro de la ciudad? ¡Esos si que saben divertirse! —

— ¡Ya lo creo, chico! — respondió el otro
— ¡Decidido! —

— ¿Ustedes han visitado San Francisco? — pregunto Melody con intriga.

— Los autómatas también tenemos derecho a divertirnos de vez en cuando — repuso la estatua que los llevaba a ella, Percy y a Thalia — Los mecánicos nos llevaron al Museo Young y nos presentaron a esas damas esculpidas en mármol, ¿sabes? Y... —

— ¡Hank! — lo interrumpió Chuck — ¡Que son niños, hombre! y ¡tampoco queremos traumatizar a la chica del sol! —

— Ah, cierto — Si las estatuas de bronce pueden sonrojarse, Melody juraría que Hank se ruborizó — Sigamos volando —

¿Chica del sol? ¿Cómo era que esas estatuas estaban enteradas de la profecía que la unía con Apolo? pensó Melody, no quería ni saber cómo lo supieron.

Aceleraron. Era evidente que los dos ángeles estaban entusiasmados. Las montañas se fueron convirtiendo en colinas y pronto empezaron a sobrevolar tierras de cultivo, ciudades y autopistas. Lentamente, el viaje se fue volviendo monótono para Melody, que no paraba de resoplar y mirar el cielo azul con aburrimiento.

Sin embargo sus ojos bicolor miraron de reojo hacia Zoë Belladona.

La lugarteniente se entretenía lanzando flechas a las vallas publicitarias para pasar el rato. Melody sonrió cuando tuvo una espléndida y grandiosa idea florecer por su cabeza.
— ¡Oye Zoë! — la llamo.

Los ojos oscuros de la susodicha la observaron con confusión ¿La irritante hija de Poseidon le estaba dirigiendo la palabra?

— ¡¿Si?! —

Siren ||¹ PJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora