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                         —— Estrellas


















Artemisa aterrizó el carro de la luna en Crissy Fields cuando ya era noche cerrada. En cuanto el doctor Chase bajo de su Sopwith Camel, Annabeth corrió hacia él y le dio un gran abrazo.

— ¡Papá! Has volado... has disparado... ¡Por los dioses! ¡Ha sido lo más asombroso que he visto en toda mi vida! —

Melody sonrió estando de acuerdo con Annabeth. El padre de su mejor amiga había llegado con estilo y le hizo frente al ejército de Cronos, sin ningúna ayuda.

El señor Chase se sonrojo.
— Bueno, supongo que no está mal para un mortal de mi edad —

— ¡Y las balas de bronce celestial! ¿Cómo las ha conseguido? —

— Ah, eso. Tú dejaste varias armas mestizas en tu habitación de Virginia la última vez que... te marchaste —

Annabeth bajo la vista avergonzada. El señor Chase había evitado decir: te fugaste.

— Decidí fundir algunas para fabricar casquillos de bala — prosiguió — Un pequeño experimento —

Lo dijo como si no tuviese importancia, pero con un brillo especial en los ojos. Ahora Melody entendía porque le había caído en gracia a Atenea, la diosa de los oficios y la sabiduría. En el fondo de su corazón el señor Chase era un notable científico loco.

— papá... — murmuró Annabeth.

— Percy, Mel, Annabeth — interrumpió Thalia. Ella y Artemisa se habían arrodillado junto a Zoë y vendaban sus heridas.

El trío se apresuró, dispuestos ayudar a la lugarteniente de las cazadoras aunque supieron que no había mucho que podían hacer y ni siquiera traían nectar o ambrosía. Pese a la poca luz, Melody percibió que Zoë no tenía buen aspecto. Tiritaba, y el leve resplandor que siempre la acompañaba se iba desvaneciendo.

— ¿No puedes curarla con algún recurso mágico? — le pregunto Percy a Artemisa — O sea... Tú eres una diosa —

— Por favor debe haber algo que puedas hacer ¿Verdad? — le rogó Melody.

Si alguien le hubiera dicho unos días atrás a Melody, que ella iba a estar llorando y suplicando por la vida de Zoë Belladona. Se habría reído a carcajadas en la cara de esa persona o le diría que estaba muy mal de la cabeza.

La diosa la miro con tristeza.

— La vida es algo frágil, chicos. Si las moirás quieren cortar el hilo, poco podré hacer. Aunque puedo intentarlo —

Artemisa fue a poner la mano en el flanco, pero Zoë la agarro por la muñeca. Miro a la diosa a los ojos y entre ambas se produjo una especie de entendimiento.

Siren ||¹ PJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora