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☁️ ૪. ❪ * 하나 ━━ 𝖾𝗅 𝗏𝗎𝖾𝗅𝗈 𝖽𝖾 𝗂𝖽𝖺 ❫ 🐈⬛✨🎤
finales de julio, 2019
HANA SE SOBRESALTÓ CUANDO ESCUCHÓ LA VOZ METÁLICA anunciando su vuelo a través de los altavoces del aeropuerto de Incheon, Seúl. Había llegado con tiempo, incapaz de permanecer más tiempo bajo el mismo techo que su padre, y se había sentado algo alejada de la multitud, con la maleta a modo de barrera entre ella y el resto. Estaba huyendo. Como una cobarde, sin despedirse, sin avisar. Pero no se arrepentía. Estaba aterrada, pero sabía que a pesar de su plan arriesgado, tenía oportunidades de que saliera bien. Al menos eso era lo que se repetía una y otra vez desde que había comprado el billete de avión que ahora tenía en la mano, junto a su pasaporte, para un vuelo directo hacia Coruña.
Su frecuencia cardíaca no dejó de aumentar cuando se puso en pie y se ajustó la capucha, ni cuando se puso a la cola, ni cuando llegó el momento de embarcar. Tenía una lucha interna que la hacía dudar, a pesar de que sabía que lo que estaba haciendo era lo mejor para ella. No era por llevarle la contraria a su padre, era por coger las riendas de su vida de una vez por todas. Y lo único que la hacía vacilar era los problemas que iba a causar a aquellas otras personas a las que quería, pero que se iban a ver afectadas de forma negativa por sus acciones. Aun así, no dejó de poner un pie delante del otro, buscando con la mirada su asiento. Dejó su equipaje de mano a buen recaudo, se sentó en el medio y esperó.
Se levantó como un resorte cuando un hombre bastante mayor que ella le hizo señas de su asiento era el de la ventanilla, y sonrió con incomodidad esperando a que se aposentara a su gusto. Unos minutos antes de que cerraran las puertas apareció una joven apresurada que acabó a su izquierda, y Hana se puso los auriculares una vez todas las formalidades por parte del piloto y las azafata quedaron hechas. No dejó de mover la rodilla arriba y abajo mientras buscaba una playlist que le sirviera para tranquilizarse, apretujándose contra la chica que iba a su lado cada vez que el hombre llegaba a rozarle el brazo. Se sentía inquieta, y enjaulada, como cada vez que se subía a un avión. La última vez había sido para el tour que habían hecho a finales del año anterior, y su mánager le había conseguido unos somníferos bastante eficaces que la sumían en inconsciencia durante las horas de vuelo.
Pero con las prisas a la hora de hacer el equipaje, ni se había acordado de coger las benditas pastillas, y ahora lo estaba pagando. Sintió que alguien le tocaba el brazo, y se desconectó la música en un acto reflejo, con los ojos abiertos de par en par y el corazón en la boca.
