Bichos (2da Parte)

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Altaira estaba aterrada, había sangre por todos lados, las paredes chorreaban sangre. Quería salir de ahí pero resbalaba con la sangre del piso, rojo era lo único que podía ver y sentir, no podía moverse ni gritar; se levantó nuevamente en busca de una puerta pero algo la tenía sujeta, cuando miró hacia abajo para ver qué era lo que la detenía casi se pone a llorar ahí mismo. Su hermano, Sam, estaba abrazándola mientras movía los labios desesperado intentando decir algo pero Altaira era incapaz de escucharlo, no podía apartar la mirada de los ojos de su hermano, mejor dicho de la falta de ellos, solo salía sangre espesa por donde deberían estar sus ojos. Por la expresión facial de Sam se notaba que sufría, agarraba desesperadamente el delgado cuerpo de su hermana que no podía hacer otra cosa que llorar y hacerse cada vez más pequeña hasta ahogarse en la sangre y súplicas de su hermano.

Completamente desesperada y sin poder respirar correctamente, Altaira, se sacudió las sábanas que aun la cubrían, mientras pasaba sus manos exasperada y descuidadamente por su cuerpo como si se estuviese quitando algo desesperadamente. Se demoró unos instantes en calmarse y regular su respiración, con sus manos aun temblorosas se las llevó al pecho y se hiso un bollito mientras acercaba las rodillas al mismo tiempo, como un vano intento de aliviar la incómoda sensación que le recorría por todo el cuerpo, un cosquilleo, como si cientos de extremidades diminutas caminasen por todo su ser. Cerró los ojos con fuerzas y comenzó a controlar lentamente sus respiraciones, obligándose a hacerlas lentas y profundas, contó hasta a cien antes de poder incorporarse tranquilamente, un poco tambaleante salió del cuarto y se dirigió hacia la planta de abajo dónde sabía que Sam se encontraba durmiendo.

Localizó a su hermano acostado en el piso, se quedó unos segundos viéndolo dormir para asegurarse de que lo estaba haciendo, el ver el rítmico respirar de su hermano la relajo más de lo que estaría dispuesta a admitir. Caminó en silencio y se sentó en el piso con la radio policial en frente suyo, aún estaba muy inquieta por la pesadilla que había sufrido hace unos instantes, se dedicó a escuchar la radio policial a un volumen moderado para no despertar a Sam; no fue hasta que aclaró el cielo que su hermano despertó, sorprendiéndose mucho al ver a Altaira ahí.

– No que no iba a encontrar nada – hablo con la voz ronca Sam mientras se estiraba.

– Pero ahora es temprano.

– ¿Qué tanto?

– Lo suficiente.

– Demasiado diría yo – se acercó a Altaira – ¿Qué ocurre? No eres alguien madrugador, siempre tengo que obligarte a levantarte para hacer los ejercicios.

– Es que soy una persona mentalmente estable, no como otros que se levantan a entrenar antes de que salga el sol.

– Ali... – Sam se sentó perezosamente al lado de su hermana – Estas tensa ¿Qué sucede? – se dio cuenta al abrazarla que sus hombros estaban demasiado rígidos, tanto que apenas se relajaron cuando la joven suspiró derrotada.

– Solo una pesadilla y un mal presentimiento.

– ¿Qué soñaste? – pregunto preocupado mientras ejercía un poco más de presión en su abrazo no solo para reconfortarla sino también para recordarle que él estaba ahí y que la protegería.

Ambos se quedaron en silencio unos instantes,Altaira decidiendo si contar lo que soñó o no, aún tenía la imagen de su hermano sangrando demasiado fresca en la cabeza, se sacudió abruptamente los hombros para espantar la imagen de su mente, Sam la abrazó con más fuerza recordándole que estaba ahí vivo y rodeándola con sus fuertes brazos listos para protegerla de cualquier cosa pero sin perder nunca el cuidado y calidez reconfortante que brindaban, pudo sentir como los pulmones de su hermano se llenaban de aire preparándose para insistir sobre el tema de la pesadilla, cuando la radio policial perturbó el tenso silencio con el reporte de una muerte sospechosa, llamando la atención a ambos hermanos.

La tercera WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora