Los tres caóticos (Traducción)

Capitulo 24 Duelo de los Destinos I (parte 2)

Historia escrita por Darth Malleus y publicada un mes después del estreno de SW: The Force Awakens, disfrútenla

Descargo de responsabilidad: no soy dueño de ningún personaje de Star Wars visto, mencionado o usado en esta historia

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La batalla fue ganada.

Yoda se sentó en uno de los escalones superiores en la entrada del templo, sosteniendo el bastón con manos firmes mientras inspeccionaba el campo de batalla con ojos cansados. La batalla no estaba completamente ganada. Todavía había grupos de droides causando estragos en el templo, incluidos los Jedi Oscuros y los droides asesinos que los dirigían, pero la fuerza principal había sido derrotada en los escalones y en el salón principal. Solo era cuestión de limpiar los restos.

Pero no se sentía así.

Yoda suspiró, levantó su mano nudosa de tres dígitos para frotarse la cara. El salón principal y los escalones principales estaban llenos de chisporroteantes restos de droides, tanto B-1 esqueléticos, Droideka con armadura de caparazón e incluso droides asesinos con túnicas para los que no tenían una designación. También estaban las formas inmóviles de Jedi esparcidas entre ellos. Las primeras estimaciones situaron sus bajas en sesenta, pero muchos sabían que era mucho mayor.

Al menos sesenta de sus estudiantes, de sus casi novecientos años en que Yoda había enseñado a todos los Jedi vivos en algún momento. Los muertos que estaban siendo levantados y llevados con reverencia eran sus alumnos, sus jedi, sus hijos. Los había cuidado a todos desde que eran pequeños bultos que podías sostener en tus brazos. Cada rostro muerto le recordaba a un bebé, un niño pequeño, un joven, un padawan que se reía de sus payasadas y escuchaba atentamente sus conferencias.

En ese momento, con ese pensamiento, Yoda se sintió tan viejo.

"¿Maestro?"

Shaak Ti se cernió sobre él, su túnica desechada y las marcas ennegrecidas de casi accidentes se podían ver en su túnica y pantalones. Extendió la mano con la fuerza y ​​sintió el cansancio de ella hasta los huesos, su indecisión y un profundo dolor que rivalizaría con el mar más profundo. Él sintió mucho de esto. "Siéntate conmigo, ¿quieres?"

"Si maestro."

Se sentó pesadamente en el escalón, casi como si se hubiera derrumbado de lo contrario, muy lejos de la figura majestuosa y elegante en la que se había convertido en su edad adulta, y muy lejos de la niña de ojos muy abiertos e inquisitiva a la que había enseñado lo que parecía hace varias vidas. Extendió la mano y tomó la de ella, y descubrió con tristeza que estaba temblando.

Yoda le dio a esa elegante mano un apretón reconfortante antes de soltarla y usar su bastón para obligar a su cansado yo a ponerse de pie. Sus estudiantes, sus Jedi, lo buscaban en busca de orientación, y ahora la necesitaban más que nunca.

El código enseñaba el desapego de las cosas terrenales, pero Yoda siempre había roto esa regla, porque había una cosa que apreciaba y amaba por encima de todo. Esos eran sus estudiantes, su familia, su Jedi. Muchos habían perecido desde que esa chica y sus camaradas cayeron en su regazo. Incluso había una pequeña parte traidora de él que quería culparlos por esta serie de eventos que mataron a tantos. Pero él sabía mejor. Si no hubieran venido e interrumpido los planes de sus enemigos, el resultado habría sido mucho peor.

Él había visto como tal.

La Maestra Ti se puso de pie y lo siguió, y pronto se le unieron otros Maestros y Caballeros, a todos los cuales Yoda conocía por su nombre, mientras descendía por los escalones de piedra agrietados y acribillados de cadáveres del templo hacia el barco que aterrizaba en el medio del claro. Sus alas se plegaron sobre sí mismas cuando sus puntales de aterrizaje aterrizaron con las brasas agonizantes de los motores y los silbidos del vapor.