Chrischel: La hija del Sultán. Parte 7

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*Christopher*

El trote del caballo acelera al tiempo que golpeo la fusta en su lomo para ganar velocidad, y lo espoleo aún más para que no baje el ritmo, el está cansado al igual que yo pero por algo es el caballo más rápido de los establos del Sultán y ahora tiene que demostrarlo, porque si no está a la altura no me sirve.

Los que me acompañan me siguen de cerca en el sinuoso camino que tratamos de recorrer sin perder el rastro fresco de la comitiva rusa que no nos debe de llevar más de tres horas de ventaja.

Tomo una desviación a la derecha para cortar aún más el camino que se eleva pasando por encima de una pequeña montaña y las ramas de los árboles del inhóspito lugar me golpean y rayan la piel pero no paro, porque nadie me quita el premio, nadie me quita lo que es mío.

Media hora después nos vemos obligados a bajar la velocidad ya que no se ve una mierda y no podemos encender ni una antorcha para no alertar a los malditos hijos de puta, hacemos una pausa para tomar agua y el desespero me gana poniéndolos de nuevo al trote.

—Christopher sé que tienes prisa pero tenemos que descansar porque a este ritmo no vamos a llegar vivos a la mañana—reclama Patrick que alcanza mi lado montado en otro caballo.

—Aqui no somos nenas somos hombres—refuto en voz alta para que los demás también escuchen—y al que le duela la uña puede parar y devolverse de paso, no necesito a ninguno.

—Pero....—intenta alegar negando con la cabeza pero calla con la aparición de Alex que lo hace apartarse para hacerle sitio.

—Christopher, mira—señala un punto al este.

—¿Que es?

—Fijate en la coloración del cielo y aquellas nubes de allá-sigo la dirección del dedo con los ojos y estudio por un momento el cono que de alza en el cielo diferenciándose apenas por una fracción del tono en el color de las nubes restantes.

—Una fogata—respondo y asiente.

—Se detuvieron a descansar.

—Bueno al menos los bárbaros si tienen algo de sentido común—suelta Patrick y calla cuando lo fulminó con la mirada, no soporto sus estupideces.

—Todo el mundo rápido y con sigilo—demando cuando tomo rumbo a través del espeso bosque hacía el campamento de los rusos hijos de perra que se creen lo suficientemente seguros como para acampar y hacer un picnic mientras se dan a la fuga.

Avanzamos entre la maleza y me detengo a unos cien metros, amarro la correa del caballo a los árboles al igual que los demás y voy hacia el único carruaje que cargamos, liberando lo único que pedí y me permitieron traer.

Abro la puerta que da via libre al felino negro que desciende poniendo a todos pálidos cuando pela los dientes mirando en todas las direcciones, le acaricio el pelaje para que se calme y le coloco la correa para guiarla a donde yo quiero que vaya<no nos conocemos bien pero aún así se mantiene dócil conmigo>

Les doy indicaciones precisas a la pequeña comitiva de 20 soldados Genizaros que nos acompañan y nos dirigimos al pequeño campamento improvisado por los miembros del Zarato que acampan a sus anchas cocinando la bazofia que se tragan en sus calderos.

La tienda principal está al fondo siendo rodeada por otras cinco y cuento unos 35 hombres en total, rodeo el campamento cuidandome de la vista de los vigías apostados en los lugares claves y atajo desprevenido al de la parte de atrás rebanando su garganta.

Camino lentamente a gachas con la correa de la pantera en la mano y ella se desplaza a mi lado con sigilo, bordeo una tienda y me ubico detrás de la principal haciendo una pequeña cortadura lenta en la tela que me muestra el interior.

Fanfic_SADonde viven las historias. Descúbrelo ahora