P2: Capítulo 30

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Todo mi cuerpo sentía como si fuego corriera por mis venas y amenazara con estallar y llevar todo a su paso. Mis labios fueron vacilantes al principio, quería comprobar que todo no fuera porque lo pedí y más porque ambos lo deseábamos, sin embargo, no tuve tiempo para sobre analizar las cosas. Mis manos tenían mente propia y rodearon el cuello de Alhaster, a la vez que el afianzaba su agarre, levantándome un poco del suelo. Me sentí flotar.

Su lengua delineó mi labio inferior, pidiéndome entrada, una que no tarde en darle y si antes había sido maravilloso, podría jurar que había visto el cielo esta vez. Cada parte de mi cuerpo gritaba Alhaster y no estaba segura de decidir a dónde poner mi atención, si a sus dedos dibujando patrones en mí cintura, su lengua tratando de captar cada parte de mi boca o su cabello acariciando mis mejillas. Fue perfecto, al menos lo fue hasta que se detuvo de golpe, para permitirnos respirar.

Tenía que admitir que había sido el momento justo, pero no pude evitar hacer un puchero por lo cerca que había estado antes y lo lejos que lo sentía ahora, a pesar de que a simple vista no había más que un poco de espacio entre ambos.

Alhaster sonrió al verme y con su nariz acarició mi mejilla con delicadeza, prometiendo que tendría algo mejor que mostrarme.

—No estoy segura de que haya algo mejor que esto —refuté a la vez que sus labios dejaban un cariñoso beso en mi mejilla y se separaba de mí.

Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios y, negando como si me encontrara demasiado divertida, tomó mi mano para obligarme a seguirlo. Dudé un poco, tratando de convencerme a mí misma de que caminar era mejor opción que seguir besándonos. Estaba fallando en la tarea, claro. Y él lo notó.

—Confía en mí —animó, dándome un pequeño tirón.

No podía seguir negándome más, por lo que lo seguí a través un pequeño sendero que se perdía entre el follaje del bosque nos rodeaba. Recordaba haber pasado cerca de allí antes, y descubrirlo a lo lejos, el día que había ido de caza, sin embargo, no me había siquiera preguntado a donde llevaba el camino.

El recorrido fue corto y, teniendo en cuenta que Alhaster parecía tener prisa y no nos habíamos detenido en ningún momento, no tardamos demasiado en llegar a un pequeño risco, en el que se podían apreciar todas las cabañas de las manadas de la tribu 4.

La fogata se lograba divisar en la distancia y era obvio, por la cantidad de personas que se alcanzaban a ver, que esta noche sería larga.

—Hermoso —confesé al deslumbrarme con la belleza que acompañaba tal vista, poco a poco el cielo se pintaba de un gris oscuro y con ello el frío aumentaba un poco más. Cubrí mi cuerpo con los brazos y volví mi vista a Alhaster tras de mí—. ¿Qué hacemos aquí?

—Me agradan las alturas, supongo que me siento más familiarizado con ellas. Me dan confianza y ahora necesito creer que estoy haciendo las cosas bien y no cometiendo un grave error...

—¿A qué te refieres?

—Nada en específico, no tienes que preocuparte por nada. Son solo miedos que no logro hacer desaparecer y que tienen la intención de quedarse un buen tiempo —Sacudió la cabeza cuando vio mi intención de cerrar la distancia que nos separaba—. Primero tengo algo para ti, una parte de mí que se supone debe brindar suerte. No es la gran cosa, sin embargo —empezó con nerviosismo y, mordiendo su labio inferior, llevó su mano derecha a su bolsillo—. Tyrone, el hombre que nos instruyó a Kay a mí desde niños, me dijo alguna vez que la primera escama de un dragón es un objeto preciado. No tiene un valor en oro, claro, y tampoco creo que sea portador de bienaventuranzas, pero siento que estaría mejor contigo.

—¿Me darás tu escama? —pregunté con incredulidad.

—Más que una escama, es lo único que tengo de mi infancia —confesó al extraer un delgado brazalete color bronce de su bolsillo—. Esto es casi indestructible y está forjado con mi propio fuego.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora