P2: Capítulo 23

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La mirada de los líderes parecía ocultar prepotencia y superioridad, pero a pesar de que la mitad de ellos no apostaba un dólar a mi causa, me reconfortó saber que al menos me permitirían intentarlo.

—Gracias por la oportunidad, daré lo mejor de mí —aseguré.

Aunque, después de pasar las pruebas élficas, no era tan positiva. La más lógica conclusión apuntaba a que las pruebas irían de mal a peor.

—Bien —aceptó el líder del sector tres al levantarse, seguido del resto—. Se ha terminado la sesión.

Ninguna otra mirada volvió a posarse en mí y yo les seguí en silencio, hasta que dejamos el salón y estuve delante de mi grupo. Les informé a todos que había sido admitida y recibí el abrazo de papá, que me guio fuera del salón, para recorrer el camino hasta la entrada.

Aventurándonos por el pequeño túnel de salida, el sonido de pisadas comenzaba a perturbarme, había poca luz y mucha humedad. Castiel sostenía mi brazo con fuerza para evitar que me tropezara o me desviara.

—Está demasiado húmedo, no sé cómo pueden vivir así —exclamó en un tono bajo—. Creo que pisé algo raro, Ilora.

—Calma, Castiel, estamos en un territorio nuevo ¿no eras tú el que me habló de respetar las tradiciones y forma de vida de los demás? Además, ¿dónde dejaste a Kira?

—Cierto que es un reino desconocido para ti, pero no puedo evitar expresarme, la decoración es un asco. Y la leona me traicionó, ahora está con Piwi.

No pude evitar reírme entre dientes y, sosteniéndome más fuerte, le seguí en silencio, escuchando infinidades de quejas y razones por las que las civilizaciones licántropas no eran aptas para elfos y princesas, mientras caminábamos hasta la salida.

Una vez salimos al pastizal que rodeaba el edificio, seguimos a Brennan y a algunos de los líderes —otros se dirigieron a sus territorios de inmediato— hacia la Reserva licántropa. Luego de caminar cerca de treinta minutos, noté como un hermoso campo se alzaba imponente frente a nosotros, arboles, flores y el mismo gran río cercando las tierras, además de muchas cabañas de madera, formando un perfecto círculo, en cuyo centro había una gran fogata encendida, nos daban la bienvenida. La reserva era hermosa, y con el atardecer a sus espaldas, se resaltaba su simpleza característica.

Estábamos a una altura un poco considerable, por sobre el lugar, por lo que guiados por los líderes, bajamos hasta la gran fogata. Donde se encontraban desperdigados hombres y mujeres de todas las etnias, compartiendo alimentos y anécdotas.

Parecía una celebración a la diversidad y estuve tan concentrada analizando las criaturas a mi alrededor que no noté la llegada de la líder femenina, hasta que Castiel apretó mi brazo.

—Bienvenidos sean todos. Esperamos que su estancia sea agradable.

Su voz era fuerte y demandante, lo que demostraba su rango superior. Su mentón y pómulos eran sobresalientes y sus ojos tan oscuros como su larga y rizada cabellera. Poseía un cuerpo envidiable y sus largas piernas estaban pintadas, al igual que sus brazos, pero también llenas de plumas.

Era preciosa y salvaje al mismo tiempo y pude ver que, en su espalda y costado izquierdo había tatuajes tribales, similares a los que podías ver en la Tierra.

—¿Eso significa que dormiremos en un lugar limpio, cierto? —preguntó Castiel agobiado, obteniendo una mirada molesta por la que ni se inmutó.

—Sí, ustedes se hospedarán en nuestra cabaña de invitados. Sin embargo, Ilora tendrá que buscar quién le dará asilo aquí —dirigió su mirada feroz a mí—. Las cosas no son fáciles y por ser quién dices ser no seremos indulgentes.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora