—¡No! ¡Sácame! ¡Alyos! —grité con el sudor empapando mi ropa, y solo fui consciente de las manos que me sostenían cuando estas hicieron fuerza en mi espalda—. Lo siento, lo siento —dije al ver el rostro herido de Alhaster, cuando abrí los ojos.
Sin embargo, de nada valió, pues se sacudió de mi agarre y se levantó para darme una mirada severa. Era luna menguante. La tercera luna que compartía con él en Umbrarum y estaba dañándolo.
—¿Cuándo dejarás de llamarlo? ¡Duermes a mi lado y llamas a tu futuro esposo! ¿Qué tan enfermo es eso, Ilora? —exclamó y caminó lejos de mí, entre la espesa vegetación.
Llevé las manos a mi rostro, sin entender lo que sucedía. No me parecía posible, pero había pasado y la reacción de Alhaster era prueba de ello. Lo único que sabía es que me estaba volviendo loca.
—Él tiene razón, Ilora. Ha pasado casi un mes desde la prueba y aún no lo superas —susurró Cassie, a mi lado, palmeando mi hombro con cuidado—. No te había propuesto esto, porque esperaba que lo superaras, pero, si quieres, puedo hacer que lo olvides. No sé, quizás si entro en tu mente.
—¿Crees que sea lo mejor? —cuestioné, girándome hasta donde su mano dibujaba patrones en mi hombro.
—Hoy no puedo, ya que la fase lunar no nos ayudaría, pero sí. Y si quieres algo mejor, hoy podríamos contarle a Eu Sung y ella, con solo cantar, podría borrar todo —concedió y me acogió en un abrazo—. No te haces una idea de las ganas que tengo de matar a Liatris por hacerte esto.
—¿Me veo muy mal? —pregunté, escondiendo mis manos entre nosotras.
—Estás horrible, tienes ojeras y tu semblante ya no es alegre. Tal vez si pudieras decirme qué hizo contigo podría ayudarte más.
—Yo... no lo sé —reconocí, cerrando mis ojos, en un vano intento de rememorar todo—. Lo único que recuerdo son unos brazos sosteniéndome. Eran de los de él, Alyos.
Allí, en medio del bosque y con la mirada de mis amigos, me dejé consolar por el hada, quién era la única que me entendía. Esperaba mejorar, pero no encontraba la manera.
—No sabemos qué le hizo, Eu Sung, pero ella no puede dormir con tranquilidad desde aquel día —explicaba papá, a la que suponía era mi madre.
No me sorprendió que estuviera allí, pues en cada luna menguante nos visitaba. Lo que sí me asustó fue darme cuenta de que una vez más dormía y que esa vez pareció no haber nada en mi mundo de sueños.
—Ilora, hija —Me mecieron un poco y mis ojos se abrieron con miedo. No quería encontrarme con la mirada furiosa de mi dragón, no de nuevo.
—Mamá —dije a modo de saludo, cuando mis ojos se encontraron con los ojos de la sirena que me había cuidado por dieciocho años. Su sonrisa reconfortante me invitó a abrazarla y me sorprendí al ver la luz de la luna iluminándonos en medio de la oscuridad—. ¿Ha anochecido? —cuestioné, sabiendo que me quedaba poco tiempo para cumplir la promesa a mi dragón. Había dicho que hablaríamos cuando estuviera en su forma humana y no estaba cumpliendo.
—Has dormido toda la tarde, hija —explicó papá, colocándose a nuestro lado, y mi madre me soltó para que observara que no estábamos solas.
Haliee estaba sentada con Piwi y Luigi en frente de una fogata que no estaba allí en la mañana, mientras Cassie y Castiel permanecían recostados en los hombros del lobo. Una extraña imagen.
—Parecías la bella durmiente, princesa —se burló Brennan y recibió un golpe del hada, pidiéndole que se callara, pues intentaba dormir.
—¿Y Alhaster? —pregunté, mirando entre los árboles, buscándolo.
ESTÁS LEYENDO
CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]
FantasíaCuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la crueldad de su mundo y casi morir en el intento, Ilora sabe que nadie está exento de nada y que cuando la línea entre la vida y la muerte es tan fr...