Aún no había salido el sol y el gélido clima se acentuaba con el empañar de las ventanas de mi habitación. Me levanté, ya que había decidido escapar de la vigilancia de mi grupo para poder realizar una meta que no podía alejar de mi mente. Vestida con mi habitual traje de cuero y una enorme capa que me había regalado Lu, para las heladas que vendrían, cargaba un morral de tela sobre mi hombro con las dos cosas más importantes para mí en ese momento: El espejo y el diario de Faedra.
—Está demasiado frío —murmuré al salir de mi habitación. Incluso la muy abrigada prenda que tenía era inútil, pues podía ver como de mi boca escapaba vapor en cada exhalación—. Moriré de hipotermia...
El panorama fuera de la cabaña de huéspedes era desalentador, la neblina cubría por completo lo que debería ser pastizal y la oscuridad solo era despejada por antorchas dispuestas por todo el sendero que conducía a los diferentes recintos. Los dragones seguían durmiendo junto a la fogata, sin inmutarse por el clima. Me animé y me aventuré a lo más profundo del bosque, descubriendo a un pequeño claro.
Ingresar al bosque fue relajante, el silencio absoluto, sumado a la humedad en mi piel y cabello me recordaba mis campamentos en la tierra, cuando Haru nos llevaba a convivir con la naturaleza.
Había estado demasiado nostálgica durante los últimos días, al principio lo había adjudicado a que estaba en esos días, sin embargo, ahora no tenía algo a lo que culpar. Solo habían pasado unos meses desde mi llegada a Umbrarum, pero parecían años.
Lu en serio me había dejado de molestar y, aunque había sido extraño verla ofrecerme sonrisas en la fogata, me agradaba poder conocer su verdadera actitud. Eso había sido anoche, hoy era mi día de descanso y estaba más que feliz de ocuparlo en mí misma. Ni Haru ni Castiel estaban presionándonos por partir, pero lo más raro es que ni siquiera Cassie mostraba intenciones de irse. Había estado distante y, de no ser por las continuas exigencias de Haliee y Piwi por acompañarla a sus "cacerías", empezaría a asustarme de su actitud.
Un enorme árbol chamuscado —me imaginé que a causa de un rayo— pareció ser el lugar perfecto para entrenar y, para mi sorpresa, una suave cortina de lluvia empezó a cubrirme. Si no me equivocaba, era la primera lluvia de otoño y algo me decía que se harían constantes.
El otoño había arrasado con todo a su paso, dejando a los árboles relucir sus cálidas hojas, mientras muchas otras cubrían por completo el suelo bajo mis pies.
—Es hora —Me animé al cubrir mi cabeza con la capucha, que hasta ese momento había permanecido sobre mi espalda. Con la poca iluminación del lugar, extraje de mi bolso el diario de Faedra. Durante nuestro viaje, había descubierto que ni el fuego ni el agua hacían mella en él.
—Ilora —Su voz me recordó que no perdiera tiempo, por lo que mi mano derecha sostuvo con fuerza el diario, mientras que la izquierda ingresó en el bolso para extraer el espejo. Sonreí frente al cristal y recibí lo mismo en respuesta. Faedra era tan parecida a mí, que no podía explicar lo que sentía cuando la veía.
—¿Comenzamos? —cuestioné sin preámbulos.
—Ilora, si no dominas un hechizo básico, no podrás con los avanzados.
—Tengo algunas nociones —mentí, pero estaba segura de que mi tono vacilante no había ayudado. Eso y que ella sabía que había intentado burlar el orden de lectura en su diario.
Mis deseos por aprender los hechizos avanzados eran tan grandes que intenté saltar muchas páginas. Aunque tenía que aceptar que había sido frustrante, porque el libro tenía maneras de frustrar mis intentos y, aunque pude mirar alrededor de cinco páginas aleatorias, hubo muchísimas que se mostraban en blanco o con ligeras instrucciones que no pude comprender —Incluso había hojas pegadas que se resistieron a mi escrutinio—. Hasta ese momento, todo lo que podía ver eran los cuatro hechizos elementales, una lista de nombres que no me dijo nada, y la descripción de su lugar favorito.
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CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]
FantasyCuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la crueldad de su mundo y casi morir en el intento, Ilora sabe que nadie está exento de nada y que cuando la línea entre la vida y la muerte es tan fr...