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Lya Petit.
Jamás pensé en tener poderes, y no hablo de aquellos que todos conocen como hacer levitar una pluma con una varita o reparar objetos con un simple movimiento. Hablo del poder hacer brillar a otra persona, sacarla de su inmensa penumbra. Reiteradas veces he podido ser la luz que ilumina el sendero de todos, mostrándoles las mil y unos medios para ser felices sin alterar nada en su vida. Es como si le quitase aquella barrera de obstáculos que existen sin razón alguna. Eso me hace sentir viva, llena. Ayudar a otras personas.
¿Pero quién me ayuda a mí? Podría contar con los dedos de mi mano al pensar en aquellas pocas personas. Para empezar mi madre, una mujer trabajadora y fiel a sus creencias. Como la pureza a la sangre y sus estúpidos bailes para demostrar su riqueza y supremacía por su apellido de casada. O mi padre, un hombre con bastantes privilegios por su impecable familia sumamente tajantes en cuanto a las descendencias. De hecho, mi familia, mejor conocidos como "Los Petit", podría encajar perfectamente en los "sagrados veintiocho", lástima que somos una familia jodidamente francesa. Y digo jodidamente porque jamás me sentí cómoda en mi país de origen.
Desde mi segunda ida Inglaterra mi amor a aquel lugar se intensificó, y fui un dolor de cabeza constante para mis padres durante muchísimo tiempo. Prometí portarme bien, sacar buenas calificaciones y relacionarme con gente de sangre pura, pero ellos estaban negados a la idea de mudarse.
Todo fue así hasta mi cumpleaños número 16. Recibí todo tipo de ofrendas, desde un diminuto colgante con mi inicial de color dorado hasta una imponente cesta repleta de dulces. Mis abuelos paternos me entregaron un encantador piano, el cual toco hasta el día de hoy. Tía Rose, la única hermana de mi madre, me obsequio un ramo de todo tipo de flores del tono azul. El ramo era tan gigante que llenaba un cuarto de la pared de mi aposento. Violett, mi mejor amiga, me preparó una de las mejores tortas de cumpleaños que jamás había visto. Tenía quince velas de color blanco colocadas encima de la cobertura de crema celeste. Y mis padres la carta de admisión a mi nuevo colegio: Hogwarts.
Deliré tanto con ese momento que sentí que me desmayaría y me moriría justo en ese maldito instante. La felicidad fue tanta que esa noche no pude conciliar el sueño. Tomé tanto te de manzanilla que mi estomago parecía a punto de explotar. Comencé a pensar en cómo me relacionaría en aquel colegio tan apasionante. Temí por no adaptarme y alegré por comenzar de nuevo. Lloré por la emoción y por el temor. Fue una extraña combinación que me aseguraría de no volver a experimentarla. Volví a pensar en sus ojos, hacía mucho que no lo imaginaba.
Su aroma, era mi sensación favorita. Hacía que mi piel se erizara por completo. Ya había pasado un año desde aquel pequeño encuentro, de seguro que había cambiado completamente y me había dejado en el puto olvido. O tal vez no.
*
-¡Ma fille, viens ici pour un moment! -me llamó mi madre, despertándome.
Aun no amanecía, los pasillos de mi hogar estaban totalmente fúnebres. Con pasos cargantes, seguí a mi madre hasta llegar a la cocina. Nos colocamos de frente.
-Tenemos que hablar -comentó mi padre.
Trague saliva.
-¿Es sobre mi ida a Inglaterra? -pregunté temerosa.
Ellos intercambiaron miradas, casi sin mover su cuerpo. Mi padre apoyó sus codos por sobre la mesa, mirándome con compasión. Comencé a negar con la cabeza, dispuesta a irme. No quería ser educada en casa nunca más, era fastidioso y mis relaciones eran casi inexistentes.
-Hija, siéntate. -rogó mi padre.
-¡Me iré a Inglaterra, con o sin su maudit apoyo!
Mi padre se levanto ferozmente. Su mirada era jodidamente tenebrosa. Mi madre lo observó de manera callada, sin levantarse de su asiento.
-Siéntate. -esta vez fue una exigencia -. Iras a Inglaterra.
Sonreí rápidamente. Triunfante. Me crucé de brazos, esperando las nuevas noticias.
-Sigo pensando que esto es una locura, Belmont. -se quejo mi madre en tono decepcionado-.Quel délire, mon dieu...
Mi padre suspiró, rascando su frente. Parecían rendidos, pero no podía descifrar por qué.
-Iras sola a Inglaterra. -comentó mi padre.
Me quede atónita. Abrí mi boca. Ellos volvieron a mirarse entre sí.
-¿Sola? -me levanté rápidamente, irradiante de felicidad.
Mi madre suspiró y se fue rápidamente de la habitación. Mi padre dio pasos hacia adelante, con los labios en una línea recta. Tragué con dificultad.
-¿Iré completamente sola?
El negó y acomodó un mechón de cabello que cubría mi ojo derecho. Me abrazó con fervor, sentí los latidos de su corazón.
-Esa es otra noticia. Permanecerás por un tiempo con una familia amiga, ellos te cuidaran y enseñaran todo lo que deben. Me encargaré de que así sea.
Mi estomago se entumeció.
-¿Cuál familia?
El me observó con nostalgia. Y me respondió lo que me impidió el sueño por toda la semana.
-Los Malfoy.
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todo lo que fuimos, 𝑑𝑟𝑎𝑐𝑜 𝑚𝑎𝑙𝑓𝑜𝑦 +18
FanfictionEn su sexto año en Hogwarts, Draco Malfoy se ve envuelto en una trama inusual cuando Lya Petit, una nueva estudiante proveniente de una familia adinerada y famosa por su destreza en el entrenamiento de dragones, es confiada a los cuidados de los Mal...